En pleno mes de enero nos fuimos de vacaciones… apenas 2 semanas después del break de Navidad, hicimos nuestras maletas y nos fuimos a Miami. Fue un viaje para estar con la familia que a veces es difícil estar, para que Andres estuviera con sus dos hermanos. Son las cosas que tiene vivir lejos que hay que adaptarse a las agendas y hacer el esfuerzo para verse.
Pero aprovechamos de pasear, disfrutar unos días de clima fresco y visitar muchos amigos.
Uno de los planes que tenia super pendiente era ir Museo de Arte Contemporáneo Pérez Art Museum Miami. Me lo habían recomendado varias veces, había visto fotos y tenía expectativas bien altas… Y en persona se superaron con creces. Es un lugar precioso, nada más el edificio y la arquitectura tiene mucho encanto: mucho concreto, mucho verde, unos helechos que guindan del techo y unos corredores externos con vista al mar y muchas palmeras… un aire tropical que no se lo quita nadie.
Luego adentro exhibiciones llamativas, cinetismo, colores, luces, reflejos y muchas obras para tocar, jurungar y experimentar para los niños que lo hicieron además super divertido. Un penetrable de espejos, salones en los que sí se podía tocar el arte y otros en los que aunque no se podía, las formas y colores iban dejando impactados a los Pirulingos.
Ya lo saben porque se los he contado antes que ir a museos con niños más que un dolor de cabeza puede ser una experiencia súper enriquecedora, solo hay que ajustar las expectativas y contagiarles el gusto por las cosas bonitas y por la creatividad para que vayan formando un criterio artístico que se nutra en el tiempo.
Es además un museo pequeño, íntimo, que hace la visita sea fácil y luego tiene mucho qué ofrecer en las afueras: al salir una tienda con una selección perfecta de cosas bonitas, una terraza de columpios, un café con vistas preciosas, butacas para ver al mar, un jardín de esculturas y una caminería entre palmeras que conecta con otros complejos de la ciudad como el American Airlines Arena o el Bayside Mall.
Y para terminar un penetrable de Soto con el que los venezolanos nos identificamos y sentimos orgullosos y que además es un backdrop perfecto para fotos y algunas carreras atravesándolo por parte de los chiquitos: hasta Cristobal los disfrutó muerto de risa gateando entre sus tubos flexibles.
Es un plan delicioso y completo.
Educativo y divertido.
Inspirador y relajado.
Qué más se puede pedir?