Agradecer es un acto mágico y esta fiesta que dedica un día y lo hace importante para precisamente dar gracias me parece igualmente mágica.
Yo no nací celebrando Thanksgiving, es una fiesta que se ha ganado un espacio en nuestras vidas poco a poco, ganando terreno un gracias a la vez.
Dar gracias es parar y pensar en lo bueno, es detenerse a pensar en el aprendizaje que quedó de lo malo, y esperar con esperanza en cosas buenas por venir. Dar gracias es pisar tierra, tocar el suelo y volver a despegar para seguir soñando. Dar gracias es entender que se es afortunado de muchas maneras, que lo pequeño se hace grande cuando se agradece y que es mejor enfocarse en lo positivo para siempre tener qué agradecer.
Dar gracias es recordar que hay quienes son menos afortunados y que nuestra abundancia sirva de motor para movernos a ayudarles. Dar gracias es que en la balanza siempre pese más lo bueno. Dar gracias es enseñarle a mis hijos que en el agradecimiento se es más feliz y que no se deben dar por sentadas las bendiciones que nos acompañan.
Hoy me siento en la mesa a dar gracias en familia precisamente agradeciendo la familia que tengo, la vida de mis hijos, el amor de mi esposo, la compañía de mi hermano, la dulzura de mi sobrina, las conversas con mi cuñada. Hoy doy gracias por los que tengo cerca y los que tengo lejos, que aunque no estén conmigo, están, y eso ya es razón para agradecer.
Hoy agradezco la vida de un chiquitín que celebra esta fiesta por primera vez y junto a sus hermanos es la principal razón de sentirme agradecida.
Hoy agradezco mi maternidad, incluso este post escrito a las 2 de la madrugada y el trasnocho de esta época. Agradezco la vida que he podido sentir dentro de mi y que se me revela en los ojitos iluminados de mis hijos, agradezco la vida que sigo brindándole a Cristobal a través de mis pechos. Agradezco enormemente ser mamá.