La maternidad viene cargada de muchas cosas lindas, de ilusiones y alegrías, de ternura y expectativas y además del amor más inmenso que se puede sentir por alguien: ese bebé que se forma dentro de nosotras.
Hay una frase preciosa de Maureen Hawkins que dice:
«Antes de concebirte ya te quería. Antes de que nacieras ya te amaba. Antes de que tuvieras una hora de nacido ya moría por tí. Este es el milagro del amor»
Y es que sin duda ser madre significa conocer un amor diferente y único, uno que es tan profundo y tan incondicional que se mete en nuestros huesos, un amor que se alimenta de la vida de otra persona y así con esa vida, con sus risas, sus movimientos y su desarrollo no para de crecer y crecer. Es un amor tan grande que da miedo, un miedo enorme de solo pensar que a esa persona le suceda algo, pánico de tener que verlos sufrir.
Nos convertimos en madres y de repente tenemos miedo de cosas que antes afrontábamos con valentía y existen situaciones a las que podíamos ser más indiferentes y ahora nos llegan al alma, porque ahora nuestros hijos están de por medio, porque el miedo es también un mecanismo de supervivencia y así nos cuidamos más no sólo por nosotras sino por ellos, porque leemos de tragedias en las noticias y nos solidarizamos con las madres que las puedan padecer, porque imaginamos a nuestros hijos en situaciones difíciles y tan solo ese pensamiento duele.
Yo lo veo claramente con mis embarazos. Este es el tercero y me encuentro claramente más temerosa que la primera vez. ¿Estará todo bien? ¿Y si se presenta algún problema? ¡Dios mío que todo esté bien! Me da miedo que pase algo, me da miedo perder este bebé, me da miedo cuando voy a la consulta o a los ultrasonidos que el doctor no me diga que crece y se desarrolla perfectamente. Me imagino cosas y me dan miedo, vienen a mi cabeza pensamientos que me atemorizan porque el embarazo es una prueba de fe, de paciencia y de amor, nos prepara para la vida de entrega que le sigue que es la maternidad, pero precisamente la maternidad nos enfrenta con el amor fuera de nuestro cuerpo y fuera de nuestro control y ese amor enorme que no depende de nosotros viene acompañado del miedo a lo desconocido y a lo inesperado.
Pareciera que después de convertirnos en madres tenemos mayor conciencia de lo vulnerables que somos, de lo frágil que es la vida y a la vez lo fuertes que podemos llegar a ser para resguardar a nuestros seres queridos. Y ya nunca será igual que antes, los sentimientos se ponen a flor de piel y allí se quedan, y así como el amor crece día a día también lo hace el miedo.
Pero es un miedo con el que aprendemos a vivir, es un miedo que nace del amor más grande y por eso a veces es mejor invitarlo a tomar un café y aceptar que allí está y es tan solo la muestra de que sabemos amar sin medida.
«Cuando se tiene un hijo, toda risa nos cala,
todo llanto nos crispa, venga de donde venga.
Cuando se tiene un hijo, se tiene el mundo adentro
y el corazón afuera» – Andres Eloy Blanco
[…] Este embarazo he sentido más miedos. […]