Los que me conocen saben que me encantan los zapatos!
Las zapaterías son como mi segundo hogar… O eran… O siguen siendo pero de diferente manera…
Yo sigo amando los zapatos, el problema son los tacones, porque desde hace un tiempo por aquí las cosas han cambiado…
Primero me mudé a Nueva York: embarazada de 6 meses los tacones no eran opción.
Luego entendí que simplemente en esta ciudad de peatones, de largas caminatas y de metro, los tacones no son opción.
Tristemente luego confirmé que con hijos, y más aún con 2, los tacones están muy lejos de mi realidad… todos ellos, tacones bajos, medianos, altos, con o sin plataforma… No hay espacio para ellos en mi vida…
Aún los admiro en las vitrinas, a veces incluso entro y me pruebo alguno para saber de nuevo qué se siente usarlos… los veo con nostalgia recordando las épocas en que los podía utilizar…
Todavía conservo algunos muy especiales, que aunque son muy pocas las ocasiones, esperan ansiosos alguna oportunidad, alguna salida sin Pirulingos, alguna fiesta o algún viaje a Caracas: y cuando abro de nuevo el closet donde están, saltan a mi vista como peléandose porque los elija, como deseando ser seleccionados entre todos para así caminar de nuevo…
Al menos así me gusta imaginarlos… Como que tienen celos de las ballerinas, de las botas (sin tacón), de las sandalias de verano… que son mis opciones de todos los días.
Lo que ellos no saben es el daño que le hace esta ciudad y estas calles a los zapatos… no entienden que están mejor allí guardados que en mis pies caminando, tropezando y susceptibles de que su zuela y su tacón se gaste, de que su punta se pele o de que sus hebillas se rompan!
Los recuerdo con cariño, casi he olvidado el daño que a veces me hacían luego de algunas horas de tenerlos puestos… Nunca importó, siempre prevaleció ese espíritu mazoquista de sentirse bella y alta a pesar de los propios pies!
De repente mis pies agradecen este tiempo sin tacones…
De repente es solo una ilusión que los extrañe…
Igual no importa, ya llegarán nuevos tiempos de usarlos… mientras tanto esta ciudad y mis Pirulingos compensan con creces todas mis nostalgias… y siempre queda la posibilidad de pasear por 5ta avenida a deleitarme con su presencia!