Yo he llegado a la conclusión que una de las labores más importantes de la maternidad es la de preservar la niñez de nuestros hijos, la de conservar intactas las memorias de sus primeros días, primeros meses, primeros años para ofrecérselas cuando crezcan y que a través de nosotras les pertenezcan totalmente.
Nuestros hijos viven plenamente desde el instante que nacen, no sólo eso, cambian galopantemente sin descanso ante nuestros ojos. Crecen, se agrandan, aprenden, se estiran, gatean, se paran, hablan, se mueven, saltan y nosotros somos testigos de ese desarrollo: es un espectáculo que sucede en función continuada y nosotros lo vemos desde la primera fila. Es un privilegio y una gran responsabilidad.
La infancia es un momento importantísimo para el desarrollo de un ser humano: el amor, los cuidados que recibe, la alimentación, el tiempo dedicado y las enseñanzas, forman interna y externamente la persona que luego se forma. Todo eso es la gasolina que permite que el motor de la vida siga funcionando y aunque la memoria no nos acompañe desde el inicio de nuestros días, las madres estamos para atesorar todos esos momentos.
Y más que eso, las madres estamos para crear los momentos que luego serán tan preciados para nosotras y nuestros hijos. Hablo de las cosas sencillas que por su sencillez trascienden: los paseos al parque, el tiempo jugando en la naturaleza, los abrazos apretados, los besos delicados cubriendo toda la suave piel de nuestros bebés, las noches durmiendo en la misma cama acurrucados bajo una cobija, los bailes juntos con música o canciones cantadas, disfrutar una comida casera, los libros leídos una y otra vez hasta aprenderlos de memoria, las primeras caminatas en la grama, los viajes a la playa… La maternidad nos presenta miles de oportunidades de crear momentos especiales y debemos estar atentas para no perderlos de vista, para mantenerlos presentes, para recordar los detalles… Escribir, tomas fotos, anotar, hacer un video, tomar nota, llenar un álbum; para que nuestra memoria no nos traicione y esos momentos especiales permanezcan intactos para presentarlos a nuestros hijos cuando crezcan.
Y la importancia precisamente recae en las pequeñas cosas, en los detalles que pueden parecer insignificantes: memorizar los cambios en sus diminutos cuerpos, en su manera de hablar, las palabras graciosas, la manera de caminar y de mover las manos… Somos guardianes de su primera infancia. Sus inicios son nuestros para preservarlos y atesorarlos, ellos no lo pueden hacer por sí mismos, ellos están muy ocupados creciendo, alejándose de ese estado de bebés que pasa tan rápido.
Un día no muy lejano estaremos con nuestro hijos más grandes repasando esos momentos, reviviéndolos y disfrutándolos de nuevo juntos y ellos los conocerán a través de la experiencia compartida pero narrada por nosotras…
Y pocas cosas se comparan a los cuentos de la infancia contados por mamá!
Pd: reflexión sobre la memoria y sobre el bueno y el malo
[…] fiel creyente que las madres (y padres) somos guardianes de la memoria de nuestros hijos en sus primeros años de vida en los que muchos momentos ellos no serán […]