Este invierno ha sido largo… han sido muchos días de no salir, o tener que salir con muchas capas de ropa… Muchos días de guantes y gorro, de brisa que corta los labios y seca las manos.

Parece que ya termina y estamos tan deseosos que así sea que hoy celebramos nuestro primer día oficial de intento de Primavera.

Salimos después de almorzar sin chaquetas ni cobijitas en el coche… Andres Ignacio estaba feliz de ponerse su chaqueta verde, que no es más que un chaleco que muchas mañanas me pedía que se lo pusiera anticipando que le diría que no porque… “ya sé mami, porque hace mucho frio…”

Cuando salimos sentimos la brisa pero al unirse con el calor del sol, se contrarrestaba el efecto y la temperatura parecía ideal. Llegamos a Central Park para cruzarlo y encontrarnos con el primo Sebastián del otro lado en el West Side. Apenas entramos al parque nos saltaron a la vista unas flores amarillas que parecían luces titilando en un ambiente hasta ahora lleno de gris y marrón… Vimos grama tímidamente asomándose y como Eugenia se quedó dormida, Andres Ignacio y yo conversamos sobre las estaciones y esas primeras señales de Primavera.

Llegamos al parque y Andres Ignacio salió corriendo a la caja de arena, evidentemente emocionado por el reencuentro con ella. A veces me resulta gracioso pensar cómo la arena juega un papel importante en la infancia de mis niños de clima templado que la descubren en las cajas de arena de los parques, así como lo jugó en la mía de niña tropical cuando la disfrutaba tanto en la playa… De cualquier modo ahí esta, siempre lista para ser convertida en castillos con grandes torres o ser cavada en profundos huecos.

Llegó el primo Sebastián y comenzaron a jugar y yo a conversar con Gaby, pero enseguida se interrumpió porque parecía que el tiempo no alcanzaba para todo lo que los chiquitines querían hacer: correr, treparse, arena, columpios, tobogán… Y nosotras intentábamos mantener el ritmo de la conversación mientras los perseguíamos por el parque.

Un rato después Eugenia se despertó y se unió a la fiesta corriendo con Ashio y Bastián…

Aunque no por mucho tiempo.

Porque esta primavera todavía no es real, todavía es como un espejismo que de repente se desvanece y así antes de la 5 de nuevo bajó la temperatura y los Pirulingos tuvieron que lucir otra vez sus chaquetas debajo del forro de plástico que además los protegió de la lluvia que comenzó y nos acompañó tímidamente en el camino de regreso.

Mientras empujaba el coche hacia la casa mojándome un poco, igualmente me alegré de la tarde de juegos en el parque y de pensar que si queremos que llegue la primavera también deben llegar las lluvias de abril que darán paso a todo el verde y todas las flores que tanto estamos esperando y que tan lindas visten esta ciudad!

soñando con la primavera

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