Nuestra rutina de las noches cambió hace poco, cambió más que para bien, cambió para dejar atrás la hora loca!

La hora loca es esa hora, no exactamente una hora, puede ser más, pero es ese rato del día [o de la noche en este caso], en que los Pirulingos ya están cansados de jugar toda la tarde, pero hay que completar la rutina de: baño + pijama + cena para luego ir a dormir; es ese rato del día en que se pueden poner ligeramente inquietos, levemente llorones, mínimamente celosos y pretender tener cada uno total y exclusivamente mi atención!

En la hora loca abunda el llanto, el llanto que se contagia y entonces lloran dos y como tienen edades y sexos distintos, cada uno aporta al llanto en un tono y una agudeza distinta como para que sea ligeramente ensordecedor!

En la hora loca uno respira y dice internamente paciencia y sueña con ese momento que normalmente le sigue de calma y tranquilidad cuando se acuestan a dormir, uno lo visualiza como un oasis para poder sobrellevar la tormenta!

La hora loca no es más que la manifestación del cansancio del día. Están cansados pero hay que bañarse, bañándose les da hambre y cuando finalmente comen ya están muertos de sueño.

Porque cuando llega la hora loca no son sólo los Pirulingos los que estan cansados, yo también estoy cansada, llena de juegos y paseos, pero cansada.

Pero hace poco pasó algo mágico!

La hora loca se cansó de vivir en esta casa y se fue… dejando como reemplazo una hora súper divertida!

Cómo?

Sí, es así… no crean que escribo esto inocentemente luego de uno o dos días de no tenerla en la casa, ya ha pasado suficiente tiempo como para saber que no se tomó vacaciones sino que se fue a vivir a otra casa.

Un día intenté meter la bañera de Eugenia dentro de la bañera grande para probar bañar a los Pirulingos juntos: un experimento. Pero no cabía, así que me aventuré a meterlos a los dos en la bañera grande, entendiendo que tenía que estar muy pendiente de Eugenia que aunque se sienta sola desde hace mucho tiempo se podía resbalar o perder el equilibrio ante alguno de los cariños muy sutiles de su hermano.

Entonces al momento en que la hora loca se hacía presente, simplemente no llegó y en su nombre llegó la emoción de Andres Ignacio de bañarse con Eugenia y llegó la felicidad de Eugenia de chapotear en esta nueva piscina que le parecía la bañera, y llegaron las payasadas de Andres Ignacio para entretener a su hermanita y también llegaron las risas de Eugenia al verlo moverse por toda la bañera…

Y aunque el baño siempre fue momento de felicidad en esta casa [cuando se bañaban solos], estar juntos potenció tanto esa emoción que pareció anular el cansancio, el sueño y el hambre típicos de la hora loca… y aunque para mi el momento del baño podría haber sido un poco más intenso o cansón de esta manera [por la simultaneidad], esto también se vio anulado por la ternura de ver a mis chiquitines disfrutando tanto esta actividad juntos.

Lo mágico es que la emoción se extendió y duró durante el momento de ponerse la pijama, de cenar y de prepararse para ir a dormir.

El baño juntos nos cambió la rutina de la noche… sus edades también, esa capacidad que ahora tienen de compartir, de jugar juntos, de Andres Ignacio enseñarle cosas a Eugenia y ella verlo y disfrutarlo riéndose…

Desde que soñé tener mis Pirulingos con poca diferencia de edad, sabía que no sería fácil, que habría muchas horas locas… pero también sabía que sería por un tiempo hasta que ellos se tuvieran mutuamente como para jugar, compartir y hacerlo más llevadero… Sentía que rendiría sus frutos…

La magia de esta historia es que parece que ya comenzamos a cosechar esos frutos!

Publicado el 21 de febrero de 2012