Alguna vez han escuchado a un padre, ante un comportamiento inapropiado de su hijo, decir “él no es así”… Seguramente sí!

He allí uno de mis grandes temores!

Temor no porque crea que no es cierto que muchas veces, precisamente en público, nuestros niños deciden hacer y comportarse de maneras inusuales, generalmente para mal. Sé que es así, lo he vivido con mis hijos y con otros niños que conozco bien…

Mi miedo es ser una madre miope ante los comportamientos de mis hijos y escudarme en el “él no es así”.

Muchas veces juzgamos con facilidad a los padres por aquello que hacen o dejan de hacer con sus hijos, hasta que nos toca vivirlo y experimentarlo en carne propia, porque no es lo mismo ser expectador que protagonista… Entonces, cuando uno tiene hijos o convive muy de cerca un niño, entiende las complejidades y dificultades que suponen muchas situaciones y se vuelve más tolerante y más empático… y entre padres existe un sentimiento de gremio que nos hace sonreír con solidaridad cuando vemos a alguien pasando por esas situaciones complejas que son difíciles de manejar ante la mirada escrutinadora del público.

El problema es, dónde se encuentra la delgada línea que separa el ser más tolerante y entender, además, que nuestros hijos son personas y no podemos controlar sus malos días; del volvernos demasiado tolerantes justificando lo que no está bien, por comodidad o por no darnos cuenta?

No tengo la respuesta, aún me considero madre muy novata y creo que el tiempo y la experiencia me ayudarán a enfrentar y descifrar muchos de mis temores. Pero tengo la inquietud, y tenerla, al menos me hace distinguir algunos de esos momentos e incluso, a veces, ponerme en otra posición a ver lo que pasa desde otro ángulo…

Háganlo, se sorprenderán. Yo me he descubierto a ambos lados de la línea.