Una reflexión cuando estoy a punto de terminar mi tercer trimestre.
DESACELERANDO. Así transcurren estos días: en una pérdida paulatina de velocidad, en una constante búsqueda de calma y tranquilidad para pensar, para asimilar y procesar todo lo que está a punto de suceder.
Nuestro mundo está por cambiar. Nuestra vida como la conocemos se va a transformar y yo lo puedo sentir, casi puedo tocar ese cambio que se avecina, como si el aire estuviera más denso y las noches fuesen más largas, porque lo son y este insomnio y esta acidez me dejan con mucho tiempo para pensar.
De repente me encuentro con una necesidad imperiosa de saborear nuestra rutina y nuestra vida tal como es, para recordarla antes que se transforme, para no olvidar cómo era porque ha sido muy especial. De repente necesito abrazar más duro a mis Pirulingos, darles más besos y contarles más cuentos antes que mi tiempo se vea dividido con un chiquitín que me necesitará mucho y siempre. De repente no quiero sino acostarme con ellos y dormir entre los dos, abrazándolos y susurrándoles al oído cuánto los quiero y cuánto anhelo verlos junto a su hermanito que pronto llegará.
Voy poco a poco desacelerando, preparándome para tardes de juegos unidas a canciones de cuna, salidas al parque de nuevo con un bebé y un coche, mañanas aceleradas después de largos trasnochos, tareas y actividades entre cambios de pañal, cuentos y canciones antes de dormir con un chiquitín pegado a mi pecho.
Quiero saborear este momento para tener el paladar limpio y deleitarme con lo que viene. Quiero vivir este instante para pasar la página y comenzar una nueva historia.
Nuestro mundo está por cambiar. Nuestra vida como la conocemos se va a transformar… lo sé, lo siento y me muero por descubrir cómo será.
Pd: Este post lo escribí hace días y no me dio tiempo de publicarlo. Ya Cristóbal está con nosotros pero igual quiero recordar ese tiempo de preparación a su llegada y por eso lo publico hoy.