Ayer escribí sobre el segundo hijo… y sobre la posibilidad de enmendar y aplicar lecciones aprendidas… del valor de nuestra experiencia ganada…
Sin embargo he aquí la otra cara de la moneda, mi dura realidad…
Cuando Andres Ignacio tenía 7 meses se cayó de mi cama (que es una cama con depósito debajo, así que es súper alta!)… fue horrible, me asusté mucho, llamé a mi mamá y casi no podía hablar del llantén y el pobre Andres Ignacio algo adolorido lloraba no sólo del golpe sino de verme a mi llorando sin parar…
Me resonaban en la mente mis palabras cuando a una amiga se le cayó su bebé de la cama y yo, para consolarla le dije que “esas cosas pasaban”… sí que pasan pero cuando le pasan a uno lo hacen sentir realmente mal!
No pasó nada, tetica de por medio y Andres Ignacio dejó de llorar y no tuvo ni siquiera un chichón para el recuerdo…
Como 6 meses después se volvió a caer, fue menos aparatosa la caída pero esta vez si hubo un raspón entre la boca y la nariz para el recuerdo.
Me sentí peor y pensé que había aprendido mi lección: mi bebé se podía mover más rápido de lo que yo pensaba era capaz, precisamente en el segundo que le quitaba el ojo de encima… nacen con esa capacidad y no debemos subestimarla jamás…
2 años después me di cuenta que hay lecciones muy difíciles de aprender.
Eugenia se cayó de la cama con 5 meses…
Y esta vez no me preocupé tanto y logré conservar más la calma… Pero esta vez lloré igual, no por miedo a que le hubiese pasado algo sino por no haber aprendido la lección!
Y pensé que con esa caída aprendería la lección…
Pero no la aprendo, no la termino de aprender y Eugenia se volvió a caer de la cama…. Varias veces!
Después de mucho pensar y sentirme fatal como la peor mamá del mundo, he hecho las pases conmigo misma…
Los bebés se caen!
Y aunque hago mi mejor esfuerzo (que espero algun día sea suficiente, como no dejarla dormir en mi cama) les pasan cosas a pesar de nuestros buenos cuidados, a pesar de estar pendientes de ellos, les pasan cosas el minuto que les quitamos el ojo de encima…
Aquella primera vez, cuando llamé a mi mamá llorando para contarle que Andres Ignacio se había caído de la cama, su respuesta antes de trancar fue: Ay mi Toty, y las que te faltan…! Y yo no pude sino suspirar… porque faltan muchas! Muchas caídas, muchos raspones, muchas cortadas, muchos chichones…
Ojalá sepa hacer que sean menos gracias a mis cuidados y a permanecer atenta…
Y ojalá Eugenia, al menos, no se vuelva a caer de la cama! Le estamos dando lecciones intensivas de cómo bajarse hacia atrás! No pierdo la esperanza!
*Andres Ignacio con el recuerdo de su segunda caída de la cama!
Publicado el 14 de junio de 2012