Fue el 19 de mayo de 2019 y fue un día realmente especial.
Nos habíamos preparado juntas y yo veía cómo su corazón estaba listo. Cuando empezó la preparación sentí que la veía mas pequeña e inmadura que Ashio cuando le había tocado. Pero es el efecto del hijo menor que a veces nos parece más pequeño de lo que es… es una percepción que no esta basada en ellos sino en nuestra mirada y yo me di cuenta que así era cuando la vi emocionada y asustada a la vez por su primera confesión, pero lista con la expectativa de que la acercaba un paso a el lindo día de su Primera Comunión. Vi en sus ojitos iluminados que sabía de qué se trataba y esperaba ese momento con muchísima ilusión.
Tenía un lindo vestido, perfecto para ella en este día: delicado, dulce y sencillo. Le emocionaba vestirse de Princesa y al mismo tiempo, fiel a su personalidad, quería estar cómoda, y por eso no se puso el armador. Pasamos meses preparando una linda fiesta llena de detalles que se parecieran a ella: mucho rosa, muchas flores, arcoíris de recuerdos porque son sus favoritos. Y unas tarjetas con medalla de la Virgen y de Santa Teresita del Niño Jesus porque desde que Eugenia nació le pido que llene siempre su corazón de flores.
Y ese día la iglesia, nuestra casa y su corazón lo estuvieron.
Fue un día con mucha familia, muchos brindis, mucha comida, muchos dulces… Fue un día en el que Eugenia aprendió a manejarse en la expectativa de los demás y la propia, en el protagonismo de ser la homenajeada y la posibilidad de recibir y servir a otros al mismo tiempo. Fue un día en el que anduvo descalza después que los zapatos le molestaran y le hicieran daño, pero a pesar de tener un vestido para cambiarse si deseaba estar más cómoda, decidió permanecer hasta que se quedó dormida con su vestido largo de princesa!
Fue un día de reafirmaciones porque a través de ver a mi chiquita recibir a Jesus en su corazón reafirmamos la alegría de tenerla en nuestra vida, la dulzura de su existencia, la Fe que nos mueve y las ganas de seguir el camino de la mano de Dios.
Hay algo realmente especial en presenciar cómo nuestros hijos reciben los sacramentos de la Fe que profesamos. Es como si en esos momentos se conectaran algunos puntos que nos muestran más claramente el camino. En esta ocasión verla tan lista, tan preparada y tan protagonista de su Confesión y su Comunión fue doblemente importante y significativo.
Desde mi puesto privilegiado en primera fila, ese que tuve en la iglesia pero que diariamente tengo en su vida, me sentí segura y acompañada, por la Virgen y por Jesus en la tarea de criarla… brotaron muchas lágrimas de mis ojos porque es muy grande sentir ese apoyo y la inmensa necesidad de que así sea… porque es tan grande lo que tenemos a nuestro cuidado que no lo podemos hacer solos. Eugenia estaba conmovida, con sus ojitos a punto de llorar y también sintió enormemente esa presencia y compañía.
Un año después por fin me siento a escribir las sensaciones de ese día tan especial para que no las olvidemos… yo quiero que lo que vivimos ese día nos acompañe siempre y por eso cada noche rezamos porque así sea.
Y también para recordarlo les comparto muchas fotos de esa tarde de verano, con sol y con brisa y mucha sombra de los árboles de nuestro jardín. Con mucha familia y amigos.
Uno de esos días en que el corazón se expande y lo puedes palpar y sentir enorme dentro del pecho cuando cae la noche y llega la hora de irse a dormir y aunque estas exhausta de cansancio te cuesta mucho quedarte dormida porque no quieres que acabe y antes de cerrar los ojos quieres repasar y revivir cada momento para que no se desvanezca.
Un año después aquí está en mis mejores palabras para que nunca se nos olvide.
Y al final de este post y todas las fotos bellísimas que tomó Andrea @withloveak, un video muy especial que hizo Carlos @carlosdelima y que no me canso de ver. Gracias Andrea y Carlos por ayudarnos a recordar este día tan especial. ellos juntos son lo máximo y son @kokoartstudio
