Cada año cuando comienzan las clases y llega ese día en el que comienza de nuevo la rutina, la corredera al despertarse, el tener que completar mil tareas antes de salir para intentar llegar a tiempo… tratar de hacerlo de buena gana aunque a veces ni el sol haya salido y además no apurar, no gritar, y hacer lo posible por evitar llantos… Cada año cuando comienzan las clases yo siento ansiedad en el pecho y a veces dolor de estómago.
Me cuesta separarme de mis Pirulingos, me cuesta no tener la libertad de hacer planes con ellos y disfrutar su compañía (y hasta volverme loca con ellos)… Me cuesta mucho que su tiempo no sea mío, tener que compartirlos y saber de buena parte de su día por sus cuentos, a veces demasiado escuetos… Me cuesta que los días estén llenos de actividades y que la agenda se llene… sencillamente me cuesta.
Entonces pienso y siento, si a mi se me hace difícil, cómo no entender si lo es también para ellos… Cómo no entender que sea un proceso de más de un día, que se les encuentren los sentimientos entre la emoción de volver a ver a los amigos y el peso de las obligaciones… Cómo no entender que necesiten tiempo para adaptarse, que les den ganas de llorar y algunas mañanas antes de decir buenos días me pregunten si se pueden quedar durmiendo…
La vuelta a clases o el inicio de la vida escolar cuesta… es difícil, es un proceso y es normal…
Nos hace falta asimilarlo para aterrizar nuestras expectativas… Incluso en los mejores casos en los que nuestros hijos se quedan felices en su salon de clases puede haber días en que no sea así… pueden avanzar y luego retroceder…
Cuando son más grandes, como en mi caso lo son Andres Ignacio y Eugenia, podemos argumentar y es mucho lo que podemos decir para aliviar sus expectativas o ansiedades… para darles seguridad y para entender su cansancio.
Pero cuando tenemos bebés o niños más pequeños, nos toca interpretar y traducir… ponernos en sus zapatos e imaginar lo que significa estar cerca de mamá buena parte del día y pasar a no estarlo… Entender que puede haber juegos y amigos pero a veces eso no es lo que ellos quisieran y lo cambiarían en un instante por nuestra presencia y nuestro abrazo.
Esto no quiere decir que no lo hagamos, o que no los mandemos al colegio. Las razones y los tiempos para que un niño vaya al jardín, preescolar o guardería son propios de cada familia y cada circunstancia, pero sea cual sea la nuestra, vale la pena hacer una pausa para asimilar el proceso, digerirlo y así poder presentárselo a ellos con todo el acompañamiento y el amor que necesiten.
Escribo esto y podría parecer fuera de lugar cuando ya comenzaron las clases en tantos lugares… Pero en esta casa el primer día nadie dudó y hubo sonrisas enormes por comenzar el colegio. Andres Ignacio y Eugenia están en una edad en la que incluso la semana anterior a comenzar anticipaban emocionados sus compañeros y maestras… Tenían ganas de volver…
Y Cristobal pasó dos semanas despidiendo a sus hermanos pidiendo un backpack para él también ir al colegio, y su acostumbrada independencia lo hizo perderse en los libros y juguetes de su salón sin siquiera voltear a verme o despedirse en su primer día de clase.
Y luego de esos escenarios deseados y maravillosos del primer día, igual ha habido otros de quejas, cansancio y llantos y algunas mañanas de menos ganas (o ninguna) de ir al colegio…
Lo que quiero decir es que hasta en el mejor escenario hay un proceso y una adaptación que no debemos menospreciar…. Lo que quiero decir es que toma tiempo realmente acostumbrarse a que todos los días se va al colegio, a entender que mamá siempre estará ahi algunas horas después de dejarnos y que igual se vale todavía despertar sin la convicción de querer separarse.
Lo que quiero decir es que preparar la mañana con tiempo para no apurar siempre rinde frutos, que la música alegra y despierta a partes iguales y desayunos especiales en días especiales pueden lograr maravillas.
Lo que quiero decir es que sigo hablándole a Cristobal sobre su colegio, sus amigos y sus actividades para que sepa que va al colegio todos los días, pero también sigo abrazándolo durísimo al buscarlo para que sepa que reencontrarme con él también es la mejor parte de mi día.
Lo que quiero decir es que yo estoy feliz de la libertad y productividad que representan las horas del día que estoy sin mis hijos, lo necesitaba y lo aprovecho al máximo… y aún así los extraño a morir cuando no estoy con ellos…
Excelente Carlota, así es, es un proceso necesario para todos. Mi Diego comienza las clases el próximo lunes. Comienza una nueva etapa en primer grado y estoy llena de muchas expectativas y hasta de algo de miedo, pero sé que nos irá muy bien. Hermosos tus pirulingos. Dios los bendiga.
Ay Carlo, te entiendo perfectamente. Aún no van al cole mis chiquis. Este año opté por hacerle el preschool en casa a Luca (aunque también se que me vendría bien un “break” :p).
Después de leer tu post, creo que también me costará mucho cuando ellos vayan a la escuela y me quede sola en casa ? , después los esperaré con muchas ansias y ganas de abrazarlos y no soltarlos.
Pero bueno, así es la vida. ?