Con la llegada de un nuevo bebé, a toda madre le surge una gran preocupación: cómo reaccionará el hermano grande con la llegada del hermanito, cómo se tomará la llegada del bebé? Los celos son super comunes y normales y seguramente todas hemos escuchado casos de mayor o menor presencia de celos que hacen que se nos arrugue el corazón de solo pensarlo.
Resulta que no queremos hacer sufrir a nuestro hijo, sabemos que un hermano es un regalo de vida pero que al principio puede no percibirse como tal cuando eres un chiquitín. Se nos hace imposible pensar en compartir nuestro tiempo luego que se lo hemos dedicado de lleno a ese hijo único que hasta ahora tuvimos. Resulta que la imagen de nuestros hijos compartiendo y queriéndose es la que llena nuestros sueños y fantasias y no aguantamos a que llegue el momento de verlos así: compartiendo, queriéndose y jugando juntos.
Pero muchas veces para que esa imagen se materialice tiene que pasar algún tiempo y muchos celos se interponen en el camino. Porque es normal que un niño se frustre al darse cuenta que el recién nacido no hace nada y esta muy lejos de poder jugar con él. Es normal que no quiera compartir a mamá y papá, que demande el tiempo que ahora se le dedica al bebé, que no entienda por qué pasa tanto tiempo pegado a la teta o por qué todo el mundo ahora quiere al bebecito y solo habla de lo lindo y tierno que es cuando hasta hace nada ese que ahora es hermano mayor era el único centro de atención.
Con Andres Ignacio, cuando nació Eugenia, sufrí los celos en carne propia porque sus celos se materializaron en rechazo a su pobre madre (yo), que con las hormonas revueltas lloraba por los rincones pensando que nunca más me iba a querer como antes. Con Eugenia fue siempre dulzura: él se enamoro de su hermanita a primera vista pero conmigo no quería nada, todo papá, nada de cariños e indiferencia total. Poco a poco se fue pasando, Andres le dedicó mucho tiempo y la corta edad que se llevan (18 meses) ayudó a que se acostumbrara rápido y también a que muy pronto pudieran compartir y jugar juntos.
4 años después, cuando quedé embarazada de Cristobal me preocupaba Eugenia. De Andres Ignacio me esperaba esa dulzura y tranquilidad que le he visto siempre con Eugenia. El ya era hermano mayor, ya sabía qué esperar y qué hacer. Pero con mi Tinga Tinga que era la más pequeña y que tiene un carácter en el que manifiesta con más intensidad sus emociones, pensé que me vendrían días turbulentos con sus celos.
Ell estaba fascinada con la idea de Cristobal desde el primer día, un bebé era lo que más quería, siempre ha sido super maternal con sus primitos y tener uno propio era un sueño hecho realidad. Sin embargo yo pensaba que la idea de un bebé en casa podía ser muy diferente a la realidad de tenerlo, de que le quitara tiempo y atención que antes tenía para ella.
Pero cuando nació Cristobal los celos nunca llegaron. Andres Ignacio ejerció de hermano mayor dulce y cariñoso desde el primer momento como ya tan bien lo sabía hacer. Eugenia resultó la revelación del año con un amor y devoción desmedida a su hermanito: lo cuida, le canta, lo mece, quiere que le avise cada cambio de pañal, me acompaña en cada baño, se monta en la cuna a jugar con él, le inventa canciones, lo vuelve loco!!!! Eugenia no ha sentido celos, Andres Ignacio tampoco.
Pero al pasar las semanas y los meses los celos finalmente se hicieron sentir, tocaron a nuestra puerta, no logramos salvarnos del todo. Pero no son ni Andres Ignacio ni Eugenia los celosos sino yo.
¡ Yo!, su mamá, la que escribe estas letras porque resulta que es tanto el amor a Cristobal y tanto el derretimiento de los Pirulingos por su hermanito que a mi ya nadie me hace caso.
En las mañanas llegan corriendo a mi cama pero en vez de lanzarse encima mío como antes corren a darle besos a Cristobal. Me toca recordarles que me den los buenos días y si tengo suerte me dan un beso y un abrazo apurado.
Antes de bajarse del carro en el colegio le dan besos a su hermanito y se despiden efusivamente y por detrás yo les digo adios, que tengan un buen día y nadie me responde.
Cuando los voy a buscar en las tardes entran corriendo al carro a hacerles caras al chiquitín a ver quien lo hace reír más y yo tengo que saltar y hacerles señas para que me saluden y contesten mis preguntas de cómo estuvo su día.
En las actividades de la tarde vienen corriendo en sus breaks a tomar agua o preguntar si Cristobal los vio haciendo alguna maniobra especial y aunque yo si los vi y seguramente me emocioné, no parece interesarles mi opinión.
En la mesa se pelean por estar a su lado, en el carro se pelean porque voltee hacia donde esta cada uno, parecen dos payasos en un circo tratando a toda costa de ganarse su atención, sus miradas y sus risas… pero ese circo antes era mío, era mi atención la que deseaban y ya no es así!
La celosa soy yo porque mis chiquitines además de estar grandes y ser los mejores hermanos mayores no se desviven por mi como por su hermanito!
Y me muero de celos y a la vez de agradecimiento por ese espectáculo de verlos quererse y disfrutar de estar juntos. Me carcomen las ganas de ser yo la dueña de sus corazones pero me fascina ver como Cristobal ocupa un lugar tan grande en el de cada uno. Me muero de envidia de todos los besos que le dan pero rezo todas las noches para que siempre sea así.
Ya llegarán otros tiempos en los que Cristobal tenga oportunidad de volverlos locos a ellos, tanto o más de lo que ellos hoy lo acosan con besos y abrazos. Llegará el día que les destruya proyectos, les interfiera sus juegos o no quieran cuidarlo cuando yo se los pida… Esos días llegarán.
Yo mientras tanto disfruto de lo que tengo, de este espectáculo de amor y risas aunque me muera de celos!
Y por eso hoy escribo, para dejar constancia que los celos se pueden manifestar de tantas maneras que hasta cuando creemos haber salido ilesos, ellos hacen acto de presencia y nos sorprenden apareciendo dónde y cuando menos lo esperamos!
Espectacular! Como todo lo que escribes…
Gracias Elena! besos a ti y a tus 3!