Me pasa frecuentemente, algunas veces mientras abrazo a mis hijos y les doy besos cuando los despierto en las mañanas, otras, cuando ellos están entretenidos jugando y yo los observo silente queriendo hacerme invisible, queriendo captar el momento, grabarlo en mi retina y no dejarlo ir. Me pasa cuando al final del día el silencio reina en el momento que logran dormirse y yo me quedo unos minutos más presenciando su sueño, cuidándolo en esos primeros instantes tan frágiles antes de dejarlos y salir del cuarto.

Me pasa que siento como si mi mente saliera de mi cuerpo y me viera desde afuera, como si una parte de mí fuera espectadora de mi propia realidad, espectadora de mi vida.

Puedo verme como en una película que pasa frente a mi y soy yo la protagonista y es mi vida la trama y la historia. De repente se me sale un suspiro viendo ese espacio y esa vida que me pertenece y pienso y siento «wow, mírate, esa eres tú, esta es tu vida, esos son tus hijos».

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Es lo más cercano a un sueño hecho realidad, un deja vu invertido o una visión en retrospectiva.  Me pasa que esa imagen de mi que se sale de mi cuerpo logra viajar en el tiempo y se encuentra cara a cara con mi yo quinceañera soñando con ser mamá, con formar una familia. Es como si yo las pudiera sentir hablando, conversando y comentando todo el camino recorrido para llegar a este punto en el que de cierta manera mi sueño se hace realidad cada día que vivo con mi familia y mis hijos, cada vez que me dan un beso y me llaman mami, cada vez que necesitan que los consuele porque se dieron un golpe.

Me pasa que mis sueños muchas veces no se asemejan a mi realidad, nunca pude predecir tantas cosas que han pasado, nunca pensé que viviría en otro país, nunca me imaginé lejos de mi mamá ni de mi familia… No sabía que dejaría de trabajar en una oficina, no podía anticipar que tendría 2 hijos tan seguidos, ni que serían varón y niña… Me pasa que mi vida es la que sucede y no necesariamente la que soñé pero me pasa que la esencia se mantiene y mi sueño sigue vivo y se materializa de muchas maneras.

Me pasa que cuando me abstraigo y lo veo desde afuera logro ver otra perspectiva que a veces me mantiene firme y me da fuerza porque la imagen de mi vida, de mi familia y la armonía de mi hogar son suficientes para seguir adelante con ganas e ilusión. Me pasa que no me olvido de todas las veces que esta imagen se recreó en mi mente de niña de 20 años enamorada de su novio estudiando en la universidad, me pasa que ahora lo vivo y no puedo sino agradecer, porque hay muchas diferencias con la imagen de mis fantasías, pero esta vida sigue siendo parte de ese sueño.

Me pasa que me quedo callada, inmóvil tratando de escuchar esa conversación en susurros que tienen mi yo de 20 y mi yo de 35, ambas fuera de mi cuerpo testigos de mi vida y mi rutina poniéndose al día en esa comparación imposible entre lo que soñé y lo que es…

Me pasa que me doy cuenta que son muchos los sueños que faltan por lograr pero hay 2 muy importantes que ya son irreversibles y están disponibles para mí cada día para besar y abrazar sin reparo y la correspondencia de su amor en voces agudas que dicen «mami te quiero» ya son más que suficientes.

Me pasa frecuentemente, que mi mente se sale de mi cuerpo vuela, observa y se da cuenta que todo esta bien, que vamos por buen camino, que hay razones para luchar y motivos para hacerlo con ilusión, y así cuando regresa llega serena y apacible y me regala de nuevo un suspiro y una tranquilidad que resulta la mejor sensación del mundo…

La de sentir que por momentos mi vida se parece a la de mis sueños!

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Pd: una reflexión sobre el instinto y la voz interior, y una sobre cómo cambia la vida con la maternidad.