Yo tengo la idea, por mi experiencia, por lo que he vivido en estos 5 años en que he ejercido la maternidad; que la crianza le pertenece a los momentos de calma, al sosiego y a la tranquilidad.
Y puede parecer contradictorio porque muchas veces tener niños pequeños nos enfrenta precisamente a falta de calma y tranquilidad y la vida se vuelve un torbellino que no sabemos ni dónde comienza. Nuestros niños pequeños se encargan de mantenernos de puntillas y con la respiración entrecortada y son muchos los momentos en que la crianza está acompañada de tormenta: regaños, amenazas, desorden, pataletas… etc, etc, etc.
Precisamente allí veo yo el desafío: esperar que pase la tormenta y enseñar, reforzar, criar cuando la calma reina de nuevo.
Porque cuando mis hijos hacen una pataleta, y son muchas las que han hecho, yo me siento en el deber de contenerlos, de sortear posibilidades y tratar de equilibrar la situación… Pero mi idea es que los regaños no son las palabras que calan hondo en sus corazones, que no son los momentos de disciplina en medio de la tempestad los que se quedan en sus cabezas… Que las palabras en tono firme y amenazador no son las que construyen su criterio… Yo creo que no es de allí de donde se construye la crianza.
Esos momentos existen, y saber manejarlos es un arte que no es del que quiero hablar hoy… Son momentos necesarios, importantes pero no creo que sean los más trascendentes.
Y la maternidad para mi tiene mucho de trascendencia… nuestras palabras de mamá están hechas para trascender nuestra vida y entrar en la de nuestros hijos… no es así? Al final ser madres es trascender en la vida de otro ser humano… La trascendencia es lo que le da tanta importancia a este rol que tenemos… así lo veo yo y es una de las razones que me hace reflexionar tanto sobre mi vida de mamá…
Cuando pasa la tormenta, cuando no hay pataleta ni mal comportamiento, cuando no hay obligaciones llega la calma que nos regala momentos especiales de criar, de enseñar, de explicar y decir palabras pequeñas que se agranden en nuestros chiquitines…. Y cuando no tenemos nada qué corregir es el mejor momento para conversar sobre los momentos en los que ya lo hicimos, para decir en palabras dulces que lo que pasó no estuvo bien, pero sobre todo para explicar con serenidad por qué, para brindar argumentos.
Porque las palabras dulces son más efectivas para enseñar empatía recordando aquella vez en la que nuestros hijos no supieron ponerse en el lugar de su compañero… para enseñar generosidad explicando que a veces tenemos que compartir con quienes no tienen en un momento dado… para enseñar compasión recordando que en el parque del colegio deben ayudar al amigo que se cayó o al que estaban fastidiando… Para enseñar obediencia recordando que hay que hacerle caso a mamá cuando nos da alguna instrucción… Para enseñar que las palabras funcionan mejor que los gritos o el llanto y que las lágrimas es mejor usarlas en momentos de tristeza y no sólo para llamar la atención…
Creo que cuando recordamos situaciones difíciles con amor y palabras bonitas y logramos recrear la situación sin la efervescencia del momento original; entramos mejor en las cabezas y los corazones de nuestros hijos y son esas las palabras que ellos luego recordarán para repetir o no un comportamiento o para hacer suya una virtud que poco a poco se va formando…
Presiento que esto es más importante a medida que nuestros hijos crecen e imagino que cada vez tendremos menos lecciones y más conversaciones y serán también esos momentos de calma los que nos permitirán escucharlos, y saber de sus palabras lo que pasa en los tiempos de tormenta, lo que sienten, lo que piensan en la medida que logremos propiciar momentos para que lo puedan verbalizar sin miedo, sin ruido y sin explosiones…
Mis hijos tienen sólo 3 y 5 años pero es mucho lo que siento que ellos guardan de esa crianza en la calma de la que hablo, y son muchas las veces que me han sorprendido repitiendo mis palabras de esos momentos como si fueran propias… así que pretendo seguir practicando ese volver a la tranquilidad cuando pasa el temporal y desde allí construir mis mejores palabras para regalárselas a mis Pirulingos.
Pd: una reflexión sobre lo verdaderamente importante, y otra sobre la importancia de dejarlos ser pequeños
Qué bello este artículo Toty…me llegó perfecto para reforzar lo que trato de hacer siempre, pero que a veces no es fácil porque esos momentos de tormenta muchas veces se apoderan de nosotras. Comprobado que los momentos de calma son los mejores y además depende de nuestras reacciones lograr llegar allí más rápido. Gracias por todas esas reflexiones que me ayudan a recordar lo verdaderamente importante de la crianza y lo que quiero que sea trascendental para mis hijos.
Lo más bello del artículo son cada una de las caras de Andrés Ignacio y Eugenia, de amor, de ternura, de alegría y de complicidad…
Me llego al corazon y me senti mal pues mi paciencia es 0 y asi como empieza la tormenta es una lucha constante mia de saber que hacer y lo unico que quiero es salir corriendo y esconderme en el baño. Pero ahora entiendo que gritando solo empeoro la situacion. Gracias sus hermosas palabras