Ayer los muros y timelines de mi familia y amigos se llenaron de mensajes hermosos para sus madres: fotos de cuando eran chiquitos con su mamá, fotos de sus mamás como abuelas, mensajes cortos y largos pero todos llenos de agradecimiento y reconocimiento… Todos llenos de recuerdos especiales y de amor explícito.
Cada mensaje era único pero en todos había rastros semejantes: el agradecimiento reinaba, la seguridad de ser quienes somos gracias a nuestras madres, la certeza de tener la mejor del mundo… el reconocimiento por los desvelos, cuidados, cariños, enseñanzas y la profunda entrega eran factor común que se repetía en muchos mensajes con diferentes palabras.
La madurez nos regala el entendimiento proporcionado y el valor de la maternidad. Probablemente desde pequeños hemos entregado mensajes de amor a nuestras mamás pero llega un momento en la vida en el que los sacrificios y el amor infinito cobran un sentido que nos cala en el corazón y se nos va la vida en demostrarles que valoramos los esfuerzos, que los palpamos y que están presentes en nuestra vida de maneras insospechadas como nuestra nueva familia, o el éxito en nuestro trabajo, la manera como tratamos a lo demás o el gusto por actividades que se nos inculcaron cuando pequeños.
Crecemos y entendemos el valor de las madres, lo sabemos y lo decimos porque nos sobran el agradecimiento y la certeza de que su labor es la mejor que hemos recibido.
Y si tenemos hijos propios deseamos con toda el alma hacerlo bien, nos encontramos frente a la crianza y resulta la labor en la que menos deseamos fracasar, es una llena de alegrías, de miedos y de sacrificios que muchas veces se sustentan en el ejemplo que vimos en nuestras propias madres, y de ellas sacamos fuerza para hacerlo bien, para seguir adelante confiadas en que el fruto de nuestra labor serán hijos que algún día se sentirán hacia nosotras como nosotros lo hacemos hoy hacia nuestras madres.
La maternidad y la crianza nos regalan una segunda oportunidad de éxito, la oportunidad de trascender a través de la crianza de nuestros hijos, porque ellos son nuestra mejor obra, nuestro mayor orgullo y nuestra mejor carta de presentación.
Ayer al salir de Misa, luego de dar gracias a Dios por regalarme este don que considero es la maternidad, luego de haber agradecido tener 2 pedazos de mi vida fuera de mi a quienes cuidar, por quienes velar, de quienes aprender y a quienes guiar; luego de pedirle que me acompañe en el camino y nunca me abandone en esta labor, después de pensar en todas las figuras que son ejemplo para mi y agradecer tenerlas a todas, sentí una fuerza nueva que me vino de otras madres.
Porque al agradecer haber sido capaz de crear vida, no puedo dejar de pensar en todas las mamás que lo desean y no han cumplido ese sueño, las que aún están en la búsqueda. Pienso en ellas y me solidarizo con su corazón.
Al dar gracias por la salud de mis hijos, no puedo dejar de pensar en las mamás que acompañan hijos enfermos, que tienen la fuerza para superar el dolor de sus corazones y mantenerse firmes y fuertes luchando al lado de sus pequeños.
Agradezco estar presente con mis hijos y pienso en las madres que no están con los suyos, y pido porque sean pocas las noches que los separen.
De repente esas historias de adversidades me dan fuerza y me llenan de admiración… y siento que quisiera llevarlas conmigo para cuando necesite superar obstáculos, recurrir a ellas y seguir su ejemplo de lucha y entereza.
La maternidad como el amor más grande puede traer los dolores más profundos, por eso ayer fue un día lleno de suspiros de agradecimiento, de contar mis bendiciones y escribirlas para que si algún día llegan a faltar pueda recordar estos momentos y encontrar consuelo en ellos.
A todas las madres, estén donde estén, FELIZ DIA!
^^^ Ayer al salir de Misa nos fuimos a la playa. La tarde estuvo nublada, la playa estaba aún llena de algas y sin embargo fue una tarde perfecta, repleta de brisa y con la mejor compañía. Extrañé mucho a mi mamá pero pronto la tendré aquí conmigo por varios días y Andres y los Pirulingos se encargaron de que fuera un día lleno de risas y consentimientos, de regalos y flores… y si tengo eso, más nada necesito, más nada puedo pedir…