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Llega el 1ero de diciembre y a mi me cuesta contener las ganas de decorar sin parar mi casa de Navidad… De buscar un pino natural y una corona de Adviento para que la casa se inunde de ese delicioso olor que se acumula cuando uno sale y al regresar y abrir la puerta provoca respirar profundo para absorberlo en una sola inhalación… Luego se matiza pero se mantiene ahí y de vez en cuando al moverte por la casa te toma por sorpresa y siempre te saca un suspiro.

Nada me hace más feliz que pequeños cascanueces, luces blancas o de colores, trenes, bambalinas y figuras de Santa o del muñeco de nieve que silentes anuncian que pronto llegarán días de comida rica, reuniones, regalos y el nacimiento del Niño Jesús!

Y al Niño Jesús le reservamos un sitial de honor, en un nacimiento de juguete con el que los Pirulingos no paran de jugar y que luego de varias sugerencias, ahora espontáneamente dan besos a las figuras de Jesús y de María como si ellos también estuvieran felices anticipando su llegada…

Y cantamos canciones de Navidad… y leemos cuentos de Navidad, y cada domingo encendemos una vela con una oración en familia alrededor de la Corona. Cómo no me va a gustar la Navidad si llena el alma de cosas lindas y hay un sentir colectivo de fiesta, armonía y generosidad.

Mis Navidades están llenas de recuerdos lindos, de familia reunida, ruido, fuegos artificiales, fiestas, gaitas y Misas de Aguinaldo… Y ese sentir me acompaña siempre, no me abandona y ahora se complementa con la felicidad de mis chiquitines cada mañana que Andres Ignacio me pide que prenda las luces del arbolito, o que Eugenia pasea las figuritas del nacimiento por donde quiera que va.

Siempre me encantó la Navidad, me encantó en casa de mis padres, fue muy lindo celebrarla en mis primeros años de casada con Andres, pero ahora es infinitamente más especial acompañada de mis Pirulingos!

FELIZ NAVIDAD!

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