Mucho se habla de la fauna típica de Nueva York, no aquella de los Zoológicos, sino la de los parques, calles y pasadizos de Metro… Palomas, ardillas y ratas (o ratones) son parte importante de la ciudad y todos los que vivimos aqui convivimos con su presencia y nos acostumbramos a ella…
Repito, su presencia en los parques, calles y pasadizos o rieles de Metro.
Porque a pesar de las ganas de Andres Ignacio y Eugenia todavía no habíamos accedido a traernos alguna ardilla de mascota o a poner una pajarera en la ventana para darle de comer a las palomas…
Y así, sin darnos cuenta nos topamos dentro de la casa con el espécimen menos agraciado y para mi el más temido de esta fauna citadina.
Por mi cumpleaños nos reunimos en la casa a comer torta y tomar Margaritas. Las luces prendidas, conversaciones activas, niñitos jugando y corriendo y de repente Andres prendió la licuadora para hacer la primera ronda de Margaritas de la noche que tenía cierto tema mexicano, a todos nos tomó por sorpresa el ruido pero a ninguno tanto como al ratón que salió del closet de la entrada corriendo por media sala para meterse en el closet de la lencería o el cuarto de los Pirulingos!
Venir a correr un ratón por la sala de mi casa el día de mi cumpleaños con todos mis invitados de testigo…. Yo no sabía si morirme de la vergüenza, del asco o de la risa de escuchar a Andres Ignacio emocionarse al oir que habia un ratón como si se tratara del personaje Alfredito de su querido cuento (y mio también) La Ratoncita Presumida!
Menos mal que había Margaritas para ayudar a pasar las penas y olvidarme (a ratos) de nuestra mascota pasiva!
Apenas amaneció estaba un señor de mantenimiento del edificio buscando conmigo al animalito que no se dejó ver ni porque prendiéramos de nuevo la licuadora a toda mecha.
Luego vino el análisis estratégico de colocación de trampas. Porque los Pirulingos a veces tienen complejo de ratones como para arrastrarse por las esquinas y jurungar donde no se debe y hubo que pensar muy bien dónde poner las trampas y que atraparan al ratón y no a mis chiquitines curiosos…
Y mientras más lo pienso, más me doy cuenta lo difícil que la tenemos para agarrar al animalito que en esta casa tiene todo y más de lo que su existencia necesita:
Que tiene huecos, huequitos y huecotes… miren que estos apartamentos de alquiler tienen los acabados bien imperfectos y rendijas hay en todos los rodapies, y los empates entre rodapie y piso son tan abiertos que cabe el ratón y la familia entera si se la quiere traer de visita.
Que a falta de espacio en esta casa hay peroles en cada piso de closet, no hay un rincón que no este absolutamente aprovechado y con eso tiene de sobra dónde esconderse. Y vayan ustedes a saber quién se atreve a sacar todos esos peroles en busca del amigo, no vaya a ser que luego al intentar guardarlos de nuevo, no quepan.
Que comida no le va a faltar porque Eugenia es muy benevolente y parece que le gustan los animales y, sabiendo o sin saber, le deja suficientes migas por el piso, y de manera muy consecuente como para que no le falten sus 3 comidas y 2 meriendas todos los días.
Más me vale que el pobre ratoncito caiga en una trampa pronto o no sé si mi corazón aguante la paranoia del sobresalto cada vez que una hoja se mueva o la angustia de sentir que nos vamos a encontrar frente a frente si me acerco a la cocina a buscar un vaso de agua mientras me desvelo escribiendo este blog!
Publicado el 30 de agosto de 2012