Es fácil darse cuenta de la buena memoria de Andres Ignacio. Desde su extenso vocabulario, pasando por detalles que muchas veces nos impresiona que recuerde, hasta su destreza jugando precisamente “memoria”; se puede ver que sus neuronas funcionan muy bien en ese ámbito, para un niño de su edad: poco más de 2 años y medio.
Hace unas semanas precisamente caí en cuenta que con sus 2 años y medio, Andres Ignacio cuando esté más grande probablemente no recordará NADA de lo que ha sucedido hasta hoy en su vida… Ese pensamiento cayó pesado en mi corazón como un yunque!
Porque estos casi 3 años han estado llenos de infinidad de buenos momentos, momentos perfectos y felices. En mi memoria, que sí permanecerá, precisamente en este tiempo estan muchos de los mejores momentos, de mis más lindos recuerdos.
Casi 1.000 días de feliz existencia, de sonrisas, movimientos, aprendizajes, juegos, paseos, cariños, sueños, viajes y experiencias que podrían quedar en el olvido…
Y entonces el peso de esa realidad se alivió ante dos nuevos pensamientos que mi cabeza trajo al rescate…
Por un lado, no importa si Andres Ignacio no recuerda los momentos, no importa si no los puede relatar o evocar cuando sea mayor… todo esto que ha pasado en su vida, esos momentos, los cariños y las vivencias han formado la extraordinaria personita que es. Al final el impacto es enorme, más grande que su memoria y sobre todo mucho más importante.
Por otra parte, queda en mi rescatar este tiempo y conservarlo para él. Desde que tuve ese pensamiento siento más importante atesorar estos momentos y presentárselos luego para que los reviva a través de mis relatos y que precisamente a través de mis palabras le pertenezcan de nuevo en una nueva memoria adquirida…
Y para eso existe este blog…
Ojalá no me canse de escribir y de guardar como preciada memoria las vivencias de mis Pirulingos.
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