La semana pasada mi cuñada Andrea me hizo una pregunta por twitter: “cuáles son las cosas que cambiaron en tu vida al ser mamá?”
Y por supuesto me puso a pensar.
Resulta que la maternidad ha cambiado muchísimas cosas en mi vida, las que esperaba que cambiarían e incluso las que no tenía idea. La maternidad es el evento que más ha cambiado el rumbo de mi vida en un antes y un después.
Así lo veo yo: la vida esta llena de hitos, momentos, situaciones que van cambiando el rumbo de las velas en nuestro barco.
El colegio, la adolescencia, los noviazgos: cuando somos más pequeños cambia mucho pero no nos enteramos demasiado, muchas veces simplemente nos dejamos llevar.
Crecemos, nos graduamos del colegio y entramos a la universidad: sigue la vida de estudiante pero con más responsabilidad (a veces) y también con más independencia.
Terminamos de estudiar y comienza la vida laboral: con gusto sacrificamos libertad y vacaciones por independencia financiera.
Luego pueden venir viajes, vivir en otro país, relaciones más estables, posgrados…
En mi caso llegó el matrimonio, la convivencia: un cambio mayor aunque muy feliz. Cuando nos casamos entregamos independencia a cambio de compañía, de sueños compartidos y un hombro (o dos) para apoyarnos, y alguien con quien reír y llorar…
Y un buen día dejamos de ser pareja y nos convertimos en familia… Y es en un día, es un instante en el que todo cambia. Pasamos 9 meses planificando la maternidad, soñando con ser padres, intuyendo, averiguando, imaginando cómo será, sólo para darnos cuenta que todo cambia en el mágico segundo en que tenemos una personita en nuestros brazos que depende totalmente de nosotros, que se roba nuestro corazón y nuestra alma con sólo respirar, con sólo abrir sus ojos y mirarnos. Una personita que nos viene a enseñar que la vida ahora no cambia en función de nosotros sino en función de él o ella, de ese nuevo ser que ahora es quien manda y que pasa rápidamente a ser el rey o la reina de la casa.
Un hijo cambia la vida… Tanto como hayamos pensado o mucho más de lo que siquiera imaginamos…
No podemos anticiparlo porque es un cambio que no se puede predecir, no se puede leer ni estudiar, se tiene que vivir… No es cliché, es así, lo ha sido para tantas mujeres y lo es también para mí. Es una verdad absoluta, cada quien lo vive distinto pero cambia la vida como más nada lo hace y es un cambio que permanece constante y eterno porque comenzamos a ser madres y nos quedamos madres, no podemos renunciar…
Ser madre me hizo entender que estar embarazada y dar a luz una vida es un milagro, no importa cuántas veces se repita, cada vez es un milagro!
Después de ser mamá entendí que mi mamá tenía razón: sólo se comprende el amor por un hijo cuando se tiene.
La maternidad me enseñó que amamantar es prolongar ese vínculo especial del embarazo y continuar dando vida con los superpoderes de nuestro cuerpo!
Ser madre de uno agrandó mi corazón al infinito.
Ser madre de dos me enseñó que el infinito puede todavía duplicarse y dar cabida de nuevo a un corazón doblemente lleno de amor.
Ser madre me quitó el sueño, o me enseñó que no hace falta dormir tanto, o mi cuerpo simplemente aprendió a descansar y reponer fuerzas con menos horas de sueño precisamente desde que soy madre.
Desde que soy madre quiero más a mi mamá y valoro mucho más todo el amor y los cuidados que ha tenido conmigo.
Al ser mamá aprendí a comer con una mano para tener la otra libre para cargar/amamantar/sostener a mi bebé.
Aprendí que el llanto es un lenguaje intrincado lleno de matices difíciles de descifrar.
Ser madre me enseñó que esto es un trabajo tiempo completo, de hecho el más completo de los tiempos porque incluye días, noches, fines de semana, feriados y vacaciones.
Pero por ser mamá igualmente aprendí que es posible enamorarse locamente del trabajo que se hace, aunque a veces sea duro, como para que todas las horas extras valgan la pena.
Ser madre me enseñó que ser mamá viene con superpoderes: tetas que alimentan, brazos que duermen, besos que curan y palabras que enseñan.
Desde que soy mamá aprendí que enfermarse cuidando un bebé es terrible pero no tanto como estar sano y ver padecer a tu chiquitín deseando en ese momento ser tú la que padece…
La maternidad me enseñó que no hay descanso, no hay más tarde, no hay dentro de un rato… que en muchas ocasiones debemos tomar el camino largo y dificil porque ese es el que llega al puerto donde queremos desembarcar… a pesar que sean muchas las tormentas que nos topemos en el camino.
Ser mamá me enseñó que un pedacito de uno, en tamaño miniatura gateando, caminando, riéndose por la casa es capaz de aliviar muchas penas…
Ser madre me enseñó a juzgar menos, a ser más empática y valorar cuando me demuestran empatía mientras trato o logro resolver alguna situación difícil con mis Pirulingos.
Luego de ser mamá entendí que la maternidad es en sí misma un propósito que nos permite trascender a través de nuestra labor con esa persona que traemos al mundo y criamos…
Ser mamá me cambió la vida, me la sigue y seguirá cambiando porque ya nunca nada es igual cuando un pedazo de nuestra vida vive fuera de nosotros y tiene ademas vida propia…
Pero aunque la vida cambió, tanto que resulta difícil recordarse cómo era la vida antes de todos estos cambios, no cambio por nada las sensaciones y las infinitas alegrías que traen los cambios que acompañan la maternidad.