Primera semana del año, de vuelta (no por mucho tiempo) a mi casa: invierno, frío y chaquetas, limpieza, deshacer maletas, lavar ropa, acomodar cuartos, comprar comida para que en la nevera haya más que agua y coca-cola light, pagar cuentas… Pasear!
Así transcurren estos días, ocupados en retomar una rutina para en dos días perderla… Ah! La rutina! la bendita rutina y su caótica ausencia! La última vez que la vi fue el 22 de noviembre, antes de irnos a Venezuela. Para mi familia no hay mayor antónimo de rutina que Venezuela: dormir y comer cada día a una hora y en una casa distinta…
Rutina es una palabra que logra tener acepciones tan distintas antes y después de tener hijos. Antes es sinónimo de aburrimiento, de falta de aventuras, de monotonía… Después, es sinónimo de orden, de tranquilidad mental, de menos llanto, de niños que comen y duermen mejor! Y aunque en esta casa nos decretamos guerreros y cultivamos el hábito de adaptarnos positivamente a las situaciones y le transmitimos eso a los Pirulingos, esta época de nómadas, a la que aún le faltan 2 semanas en Caracas, ha durado tanto que el caos comienza a volverse rutina y cuando eso sucede, cuesta mucho más volver a la real rutina: esa de comer en silla “de comer” a las horas establecidas comida casera y balanceada, la de dormir la siesta en la cuna y no en el coche, la de no dormir en las noches los 4 en nuestra -cada vez más estrecha- cama Queen; esa de introducir nuevos alimentos a Eugenia cada dos días honrando sus 8 meses recién cumplidos, la de Andres Ignacio volver al colegio y yo utilizar esas horas para hacer diligencias aprovechando que -sólo- con Eugenia puedo incluso alejarme un poco más de 15 cuadras a la redonda y tomar el metro hacia tierras más lejanas…
Suena a queja pero no es así… porque gracias a Dios todo lo que nos aleja de la rutina son eventos felices que nos reúnen con nuestros seres más queridos.
Pero igual la extraño, cuánto la extraño…
Sé que volverá, mañana nos vamos a Venezuela por dos semanas y de vuelta a NYC si no vuelve sola le haremos señales de humo para que regrese y se instale en esta casa… y con ella llegará una cama nueva para Andres Ignacio, dos Pirulingos que finalmente compartirán un cuarto redecorado, un entrenamiento para Eugenia para que duerma toda la noche en su cuna y uno para Andres Ignacio para dejar los pañales…
Mejor disfruto estas vacaciones porque al regreso es tanto los que nos espera que ya me cansé de solo escribirlo…
Deséenme suerte!