Dicen que los bebés vienen con un pan debajo del brazo. Es un dicho popular que quiere decir que cuando llega un bebé, de alguna parte salen los recursos para sustentarlo. Yo creo firmemente que además los bebés traen un regalo para nosotras sus mamás, un regalo de vida, de emociones que experimentaremos gracias a su llegada, a su presencia y a su pequeña existencia.

En esta, mi tercera maternidad, desde el principio he percibido cuál es ese regalo, es tan palpable que casi lo puedo tocar, está allí y yo hasta lo puedo ver.

Esta maternidad me regaló mucha perspectiva por el tiempo pasado desde la última vez que había tenido un bebé y con la perspectiva vino mayor confianza y mayor seguridad para afrontar tantas cosas con menos miedos e incertidumbres. Resulta que ahora sé que he pasado por ahí, tengo la certeza de que habrá dificultades pero también que se solucionan. No es ingenuidad, es cierta madurez de saber que va a haber días difíciles pero también que pasarán y todo sucede muy rápido. Esta vez, sobre todas las cosas estoy segura que las gratificaciones van a ser muchas y siempre inclinarán la balanza hacia lo positivo.

Pero el regalo es aún más profundo, lo más lindo es el contraste de sensaciones que me ha traído ser mamá esta vez. Porque igualmente ese tiempo que pasó y que me da la perspectiva y la seguridad, también me da una sensación deliciosa de novedad, de ilusión que ya no era igual, que se había modificado y evolucionado al crecer mis pirulingos y que ahora se renueva a su esencia más primitiva de olor a bebé, piernas esponjosas para apretar, miradas cruzadas al amamantar y un par de ojos que se iluminan de nuevo al descubrirlo todo.

mi tercera maternidad | criandoando.com

Cuando yo tuve a Andres Ignacio todo era diferente porque era la primera vez y la primera vez llega con miedos e inseguridades, la primera vez todos los sentimientos están a flor de piel y es muy crudo lo bueno y lo nuevo. Luego, cuando muy poco tiempo después se le sumó Eugenia fue un torbellino precioso y alegre que no me dio nunca mucho espacio para parar o pensar….

Eso fue lo que si tuve ahora. Tiempo de parar, detenerme, pensar, sentir y disfrutar todo con una experiencia que se mezcla con novedad y me deja un sabor muy dulce en los labios, una plenitud que sabe a satisfacción.

Es un regalo de Cristobal para mi, que me llena y me transforma y no solo tiene que ver con la relación con mis hijos sino con la vida y mi manera de ver y sentir las cosas.

Cada maternidad nos transforma, cada hijo tiene un regalo especial para nosotras y este es el que me trajo Cristobal y por eso le estaré eternamente agradecida.

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