Mientras yo escribo esto mi mamá está volando de regreso a Venezuela después de haber estado 3 meses en Texas, entre Austin y Houston. Y aunque somos veteranos y muy experimentados en esto de despedirnos, parece que igual no nos acostumbramos, que no termina de gustarnos, que no se hace más fácil gracias a la repetición y siempre nos encontramos con los sentimientos revueltos y las lágrimas a punto de brotar en catarata.

Hablo en plural porque me refiero a mi y a mis Pirulingos, a Ashio y Eugenia, porque aunque Cristobal abrazó y besó a su Puli efusivamente y le dijo chao y adios varias veces desde la puerta, creo que aun no entiende la permanencia de la despedida: que pasarán muchos meses antes de volver a verla, que no regresará en unos días ni le preparará una comida rica la semana que viene.

Pero Ashio y Eui saben perfectamente de qué se trata y les pega super duro. No entienden mucho por qué no podemos vivir más cerca, tenernos al alcance de una visita siempre, por qué después de disfrutar tanto la estadía de su abuela, tienen que decirle adios por tanto tiempo… Les cuesta, les afecta y les entristece y yo tengo que hacer mi mejor esfuerzo por aliviarles la despedida… aunque a mi tampoco se me hace facil.

Pero a pesar de la tristeza, con el tiempo he aprendido algunas cosas que ayudan a aliviarles la pena y se las cuento porque en este mundo globalizado y en la situación que vive mi querida Venezuela, cada vez son más las despedidas y nuestros hijos van viviendo y van creciendo en circunstancias que se las presentan a veces más frecuentemente de lo que quisiéramos.

los abuelos delos pirulingos

Dejarlos sentir: Y también dejarlos llorar, no coartarles la expresión de su tristeza. Tenemos que dejarlos sentir la pena y la tristeza de tener que decir adiós… porque ademas si lloran alivian esa presión que se hace en el pecho y ayuda a que lo superen más rápido.

A mi me encanta recordarles que si les duele tanto despedirse es porque quieren mucho a esa persona y que eso es muy lindo y hay que valorarlo.

Agradecer lo vivido: que significa cambiar la perspectiva ante la situación y en vez de estar tristes por lo que no tendremos (esa persona cerca), estar agradecidos por lo que vivimos y disfrutamos mientras estaba con nosotros. Y entonces me encanta comenzar a enumerar los momentos, las actividades, los detalles y las aventuras vividas para que se enfoquen en eso y se haga más ligero el adios.

Recordar y mantener presente: una manera de pasar el rato justo cuando pega el dolor de despedir, es poniéndonos a ver fotos de momentos especiales junto a esa persona. Tiene que ver con el agradecimiento de lo vivido que mencioné antes pero también con mantener presente esas personas que no vemos siempre, sobre todo en sus pequeñas cabecitas para mantener vigentes memorias que podrían olvidarse. Lo hacemos cerca de la despedida pero luego lo repetimos en distintas ocasiones, es el truco para que cuando los veamos de nuevo tengan muy fresco lo que han vivido juntos.

Buscar la manera de conectar: En la memoria de nuestros hijos funciona muy bien anclar momentos a ciertas cosas que despierten esas vivencias: canciones, frases especiales, sabores… Mi mamá es una experta en esto y siempre logra generar pequeñas «banderas» que la distinguen, que mantienen vivas sus visitas cuando no está.

Ilusión en la próxima vez: Nada como la ilusión y la expectativa del próximo encuentro. Algunas veces se vislumbra más cercano que otras, pero siempre se le puede dar la vuelta para generar expectativa y esperar con ilusión esa próxima vez: es un mundo de posibilidades abierta a todo lo que puede pasar cuando volvamos a estar juntos.

Y por supuesto abrazos y consentimientos extras para que a pesar de la despedida no dejen de sentir el inmenso amor que los rodea!