Amaneció muy frio en Houston y por segunda vez en este invierno (este es nuestro 5to invierno en Houston) está nevando… es una nieve que al caer parece agua, es muy fina y delicada pero se acumula al caer y va cubriendo tímidamente cada superficie de blanco y va llenando los corazones de mis Pirulingos de mucha emoción… «esto es Houston winter Wonderland Mami» me dijo Ashio mientras Eugenia corría a buscar su chaqueta y sus botas para salir a jugar con la nieve.

Nieve en Houston | criandoando.com

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Y yo siento el frío en mi cara, la brisa fría que agrieta los labios… veo los cachetes de Cristobal que se ponen rojos cuando el frío los toca y recuerdo que la maternidad es como el clima y también tiene estaciones.

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Y en la crianza de nuestros hijos a veces estamos en Primavera y vemos todo el color a nuestro alrededor y hay fertilidad para que todo florezca, hay abundancia y hay un cristal optimista y feliz a través del cual vemos y percibimos todo. En esa estación también hay lluvias pero cuando estamos en Primavera sabemos que se necesitan las lluvias de abril para que nazcan las flores de mayo. En Primavera tenemos más paciencia o logramos sortear mejor el tiempo y nos balanceamos con más gracia entre todas nuestras labores. Llegamos más a tiempo, sentimos menos culpa.

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En la maternidad a veces llega el verano y los días son largos y calurosos pero divertidos mientras logremos encontrar piscinas para refrescarnos en el camino. En verano el calor del sol nos da vida y nos quema a partes iguales. Nuestra piel suda pero a veces solo basta con una ráfaga de aire o un abanico para que todo cambie. En verano podemos sentirnos asfixiadas por las conductas de nuestros hijos, podemos sentir que falta el aire fresco pero al acostarnos la brisa refresca y nos recuerda que son etapas y logramos encender los chorritos, llenar un tobo con bombitas de agua y darle la vuelta a las situaciones y sonreír… correr bajo el sol sin mucha ropa encima, montar bicicleta y disfrutar que podemos acostarnos más tarde.

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La maternidad también está llena de otoños y los otoños llegan llenos de nostalgias y melancolías, de momentos que vemos pasar y se escurren entre nuestros dedos y quisiéramos apretar el puño para que duren más. En otoño la maternidad pasa muy rápido, nos damos cuenta que nuestros hijos crecen estrepitosamente y morimos por atesorar momentos y no olvidarlos. En otoño reflexionamos mucho sobre nuestra labor, sentimos el peso de la responsabilidad que significa criar y buscamos ayuda si la necesitamos. De alguna manera los colores de las hojas en otoño nos regalan mucha perspectiva, nos dan a entender que todo cambia pero hay belleza en ese cambio y hay mucha esperanza en esa promesa de renovación.

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Y finalmente en la maternidad hay inviernos, con bajísimas temperaturas y días de encierro. Arboles que se quedan desnudos, mucha ropa que ponerse encima para poder salir y a veces falta de oxígeno. Y en el invierno los días son largos, oscuros y pesados, y a veces se trata de sobrevivir y hacer lo mejor que podemos hasta llegar al día siguiente. En el invierno nos ataca la culpa y se profundizan los arrepentimientos. Y entonces un día llega un manto de nieve que lo cubre todo de blanco y nos da la excusa perfecta para salir de esa pesadez y disfrutar como niños… y muchas veces significa precisamente ponernos a su nivel y ver el mundo desde su perspectiva para poder verlo todo con más luz y más color… pero sobre todo con más ilusión y con la certeza que de nuevo la primavera está a la vuelta de la esquina, con la certeza que todo pasa.

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La maternidad está llena de estaciones, etapas que pasan… y mientras las vivimos y las transitamos podemos sentir que ahi estaremos por siempre, que esa pesadez no se va a ir o que la culpa no la podremos superar. Podemos sentir que la paciencia nunca llegará o que tendremos que lidiar con las pataletas de nuestros hijos por siempre.

Pero nunca es así, siempre hay luz más cerca de lo que a veces podemos verla y siempre pasa. Pero sobre todo, las estaciones de la maternidad no se sincronizan, no tienen calendarios ni fechas exactas. Sobre todo, a veces estamos en primavera mientras una amiga está en invierno. Sobre todo, algunas estaciones son más cortas que otras.

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Entonces necesitamos no olvidar lo que son, vivirlas como algo pasajero (en lo bueno y en lo malo) y brindar nuestro paraguas cuando vemos otra madre bajo la lluvia o extender un par de guantes cuando a otra mamá transita un frío invierno.

Entonces tenemos que aferrarnos a lo bueno y recordar los arcoiris de las primaveras, los chapuzones del verano, la brisa fresca del otoño y la nieve del invierno… Y por encima de todo recordar la risa de nuestros hijos en cada uno de esos momentos.

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