Esta mañana, luego de dejar mis hijos en el colegio me bajé a dejar algunas donaciones que llevaba en mi carro y que se están recolectando para ayudar a las familias afectadas por el huracán Harvey que acaba de pasar por Houston. Muchas familias del colegio de mis hijos todavía tienen sus casas inundadas, perdieron sus posesiones, sus carros y viven en una incertidumbre porque no saben cuándo podrán reponerse de este duro golpe. Sin embargo el colegio ha sido espejo de lo que ha sucedido en toda la ciudad: muestras avasallantes de voluntariado, ayuda y solidaridad.

Por un lado está el dolor de quienes padecen las pérdidas y por otro el deseo de apoyo de quienes están en mejores condiciones. Ambas posiciones representan un reto y una gran oportunidad de aprendizaje.

Al salir del colegio me quedé conversando con una amiga que estuvo organizando todo lo donado, clasificando uniformes, etiquetando útiles escolares, organizándolo todo para que fuese más fácil para quienes buscaban la ayuda, encontrarla. Y ella misma me confirmaba lo feliz que se sentía por las muestras de cariño, y por poder ver en la cara de quienes recibían la ayuda, el inmenso agradecimiento. Y junto a esa sensación gratificante de sentirte apoyado y de vivir la solidaridad, la pena, o la vergüenza precisamente por necesitar ayuda, por sentir que invades terreno desconocido, por pensar que incomodas a quien decide tomarse el tiempo para ofrecerte ayuda.

Me quedé pensando que de repente no nos enseñan a pedir ayuda. De repente no es algo de lo que se hable y que practiquemos y por eso, al necesitarla no nos sentimos cómodos recibiéndola. De repente tenemos que aprender a recibir ayuda de otros sin más, sin excusas o sin incomodidad.

No solo a ser agradecidos, que esta ciudad está desbordada de ayuda y con ella de mucho agradecimiento! Me refiero a no sentir que no merecemos lo que nos llega sino por el contrario apropiarnos de esas muestras porque seguramente son muy merecidas. A sentir que cuando nos ofrecen ayuda es porque pueden y quieren ayudarnos y probablemente porque algo hicimos bien para despertar ese sentimiento.

Y no lo digo sólo por ésta situación extrema que se vive en Houston luego del Huracán, lo pienso y lo relaciono inmediatamente con la maternidad. Me viene a la mente la mamá en postparto que no levanta su voz para que alguien le ayude con las labores de la casa o con el hijo mayor y que incluso cuando se la ofrecen no salta inmediatamente a aceptarla porque piensa que puede estar molestando o incomodando a alguien. Me recuerdo las veces que amigas queridas me han ofrecido ayuda con mis hijos y que a pesar de eso a veces prefiero hacer malabares con los 3 encima antes de tomarles la palabra. Pienso en las personas con familiares enfermos que muchas veces no dicen que si a cada ofrecimiento por temor a «abusar» de la bondad de los demás.

De repente tenemos que aprender que sí podemos aprovechar esa bondad cuando se presenta en nuestras vidas, abrirle las puertas y dejarla entrar en forma de ayuda, de compañía, de una mano amiga o un oído atento. Y sobretodo pienso que sin duda es algo que debemos enseñar a nuestros hijos.

Porque a ellos estamos seguros que les queremos enseñar a ayudar y estoy convencida que lecciones de solidaridad no faltan, pero de repente también hay que pasarse por el otro extremo de la situación y reforzar en ellos que pedir ayuda está bien, que recibirla es una bendición y que aceptarla es maravilloso… que no tiene que dar pena, que no nos tenemos que sentir mal y que no nos desmerita de ninguna manera, ni nos hace menos capaces de haberlo hecho por nosotros mismos. Que de repente a veces podemos solos con todo, pero si nos tienden una mano el camino es más ligero y se pasa mejor… que incluso cuando pensemos que no es necesario podemos decir que sí y regalarle al otro la posibilidad de brindarnos su ayuda y su apoyo.

Y a veces la maternidad se convierte en esto: momentos de reflexión y oportunidades de ver las cosas de otro modo gracias a la constante búsqueda de darle lo mejor a nuestros hijos. Y muchas veces allí aparecen las lecciones para mí, para yo captarlas, aprenderlas y vivirlas y solo así poder trasnmitirselas a mis Pirulingos.