Dicen que las mamás son sabias y si que es cierto que la maternidad viene con una dosis de sabiduría que los hijos son siempre capaces de reconocer.

Yo siempre he pensado en los consejos de mi mamá, esas cápsulas de conocimiento, siempre perfectas y oportunas que me ha dado toda la vida e inevitablemente pienso en mí ahora que soy mamá porque no me siento sabia pero de vez en cuando me reconozco dando a mis hijos valiosos consejos, que vienen del corazón y eso los hace más importantes.

Y hay uno que se repite. Uno que no es mío sino de la sabiduría popular pero que yo lo aplico a la maternidad y es altamente efectivo:

«No le hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan a tí»
Se lo repito a mis hijos muchas veces y es super poderoso, es la empatía como método de disciplina.

Cuando hacen algo que no deben, cuando les gana el arrebato, cuando se portan mal con un amigo porque agarró algo que ellos querían, cuando pelean entre juegos, cuando entre hermanos se fastidian y se dicen cosas feas, cuando me responden mal…

En todos esos y muchos otros casos les repito la misma frase. «Te gustaría que te hicieran eso que estas haciendo?» y de esa manera los pongo en el lugar del receptor de sus acciones y ellos la mayoría de las veces saben reconocer que no está bien, pero además entienden que ponerse en los zapatos del otro significa a veces incluso entender las intenciones de los demás de porqué hacen o no una determinada acción.

Yo comencé usándolo conmigo, cada vez que mis hijos me respondían mal (casi siempre porque les negaba algo que ellos querían) les decía que no me lo dijeran así, que yo siempre les hablo bien a ellos y que no les gustaría que yo los tratara de esa manera como ellos lo estaban haciendo conmigo. Enseguida sus rostros cambiaban y yo podía ver que algo hacía click en sus cabecitas, que hacía sentido y los ayudaba a ponerse en situación…. A continuación podían seguir reclamando mi negación pero con otra actitud.

Luego lo comencé a utilizar en las peleas entre ellos. Alguno de los dos reclamaba que el otro le hizo algo y ahi entraba de nuevo la lección «te gustaría…» y de verdad aunque no es magia, es lógico y ellos logran ubicarse y eso les regala la posibilidad de cambiar la actitud ante el problema.

Finamlemte pasé a usarlo en situaciones en las que se comportaban distinto en diferentes entornos. Un día regresando de la reunión con las maestras en el colegio Eugenia montó un gran berrinche relacionado a lo que íbamos a comer… entonces le pregunté si ella se portaba así en el colegio y se dio cuenta que no mientras movía su cabeza negando mi afirmación. «Entonces por qué si lo haces conmigo?» le pregunté. Y aunque no respondió, entendió y de nuevo, cambió su actitud.

Se los cuento porque lo uso siempre y de verdad es super poderoso, es un cambio de perspectiva, ponerse en la situación del otro y desde allí ver lo que hacen y cómo lo hacen y decidir cambiar la actitud porque se dan cuenta que no les gustaría ser los receptores de esas malas maneras que a veces demuestran por impulso. Hacerlo y repetir hasta el cansancio «no le hagan a los demás lo que no les gusta que les hagan a ustedes» es una oportunidad de criar y establecer límites al mismo tiempo que enseñamos que lo que siente el otro importa, que nuestras acciones tienen consecuencias más allá de nosotros mismos y que cuidar a quienes tratamos y queremos es importante.

Por eso espero que algún día cuando le pregunten a mis hijos qué recuerdan qué les enseñó su mamá, sepan reconocer esta frase y la lleven con ellos toda la vida!

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