Hace casi 2 semanas escribí un post sobre querer organizarme mejor justo después de otro post en el que les hacía una encuesta para entender mejor qué publicar en este espacio basado en lo que ustedes, queridos lectores, prefieren encontrar aquí.

La respuesta a la encuesta fue mucho mayor y mejor a lo que esperaba. No solo por la cantidad de gente que la respondió sino por los comentarios, sugerencias, palabras de cariño y hasta de agradecimiento por las palabras que aquí encuentran… Pasé varios días leyendo respuestas y digiriendo sus palabras, tratando de organizarlas, con miles de ideas para posts, con ganas de arrancar a mil por hora y con la cabeza pensando hasta en mis sueños en ideas y nuevos proyectos.

Comencé a escribir una lista de próximos posts que se fue alargando sin darme cuenta y tenía muchísima ilusión de encontrar el tiempo de escribir más aquí, organizando el contenido y planificandome mejor.

Y entonces sucedió algo insólito: ¡LA NADA! Porque precisamente cuando quería hacer más pasaron casi 2 semanas y yo no aparecí por estos lados.

Fue la mezcla de muchas cosas, una gripe que me dio super fuerte, varias noches en las que Cristobal durmió bastante mal por estar muy congestionado, la casa patas para arriba después de desmontar la Navidad…  pero sobre todo me falló algo importantísimo: me fallaron las expectativas.

Cambiaron mis expectativas, se hincharon y me hicieron pensar que las ganas me bastaban para convertirme en Wonder Woman y hacer más de lo que puedo. Quería hacer tanto y no pude que me quedé paralizada y terminé haciendo menos de lo que normalmente hago.

Y la verdad no pasa nada, no se acaba el mundo si por una semana no hubo post nuevo en el blog y mi planificación me hizo retrasarme un poco, pero darme cuenta de esto me hizo reafirmar una convicción que siempre he tenido y que aplica para muchas cosas y en especial para la maternidad:

LA MATERNIDAD ES MAS LLEVADERA SI AJUSTAMOS NUESTRAS EXPECTATIVAS.

Desde el momento en que vemos una prueba de embarazo positiva la vida cambia y tenemos que aprender a entenderla de manera diferente ajustando lo que esperamos de ella. Que si lo vemos venir, o si al menos estamos abiertas a esos cambios no nos frustran tanto. Que si nos trazamos metas acordes podemos sentirnos de vez en cuando victoriosas y no siempre nadando contracorriente. No se trata de conformarse, se trata de entender la realidad y ajustar lo que esperamos de nosotras mismas en ese nuevo rol, aceptar los cambios, darles su espacio e incluso sonreír en el camino para llevarlos con gracia.

Se los digo luego de una semana que transcurrió normal, con colegio para Ashio y Eugenia, tareas y actividades extracurriculares, con almuerzos y cenas que preparar como cada semana y diligencias qué hacer. Con viajes al supermercado, responsabilidades, emails, cuentas qué pagar. La semana no cambió para no permitirme sentarme a escribir todo eso que quería y que revoloteaba en mi cabeza, cambié yo, cambiaron mis expectativas y al querer hacer más hice menos y me quedé frustrada en el camino.

Y así mismo nos pasa cuando los hijos llegan y ocupan tantos espacios que no encontramos los espacios que nos llenaban antes, cuando no tenemos tiempo para nada, cuando tenemos muchísimas más responsabilidades y las horas del día no se alargan. Llega la maternidad y nos revuelca porque nada es igual y a veces esperamos que lo sea, solo que ahora con un bebé en los brazos.

De repente nos toca imaginarnos la película diferente, con los cambios en el guión que trae tener hijos y ajustarnos en lo que esperamos para entonces ajustar lo que deseamos y puede ser que nos sintamos mejor, con menos culpa, menos frustración y mayor capacidad de sortear las vueltas que da la vida. Y seguro si lo hacemos, si logramos mantener expectativas sanas y acordes a la situación nos sorprenderemos cuando el viento sople a nuestro favor y podamos hacer más y mejor.