Sin duda alguna, una de mis partes favoritas de tener un bebé es amamantarlo. Me gusta el embarazo y la piel suave de un recién nacido, el olor delicioso en los rincones de su cuello y me encanta ese contacto y la intimidad que nos regala la lactancia materna.

Desde pequeña yo soñaba con amamantar, y soy feliz de haberlo logrado con Andres Ignacio, repetir casi ininterrumpidamente con Eugenia, y ahora, 2 años y medio después de haber destetado a Eugenia, volver a amamantar a mi chiquitín.

Amamantar por primera vez, a pesar de saber tanto y esperar tanto, fue una sorpresa y un sentimiento difícil de describir, de vulnerabilidad y fortaleza, sublime y poderoso. Así como parir, amamantar te hace sentir la perfección y el milagro que es tener un hijo y poder alimentarlo de tu cuerpo. Y la segunda vez no fue diferente, ni ahora que amamanto por tercera vez.

Cuando Cristobal se pegó a mi pecho por primera vez en esa mueca instintiva, en ese reflejo innato de succionar, mi corazón se volvió a agrandar y miré al cielo y suspiré agradeciendo tener la oportunidad de tener a mi bebé así tan pegado a mi y poder alimentarlo. Yo soy una romántica de la maternidad, no lo puedo evitar, soy cursi y sentimental y amamantar también despierta todos esos sentimientos.

Amamantar por tercera vez | criandoando.com

Pero amamantar por tercera vez ha sido una experiencia nueva. A pesar de saber los sacrificios y la dedicación que implica, la lactancia de Cristobal no ha sido como la de sus hermanos… Ese empeño de los hijos de enseñarnos que la maternidad siempre está llena de primeras veces porque cada bebé es único. Y es así como esta vez he sentido cosas nuevas, descubierto cosas nuevas e intentado cosas nuevas.

Amamantar a Cristobal los primeros meses, a pesar que succionaba muy bien era difícil porque le salía DEMASIADA leche. Después del primer hijo, nuestros bebés se encuentran con una glándula mamaria madura y desarrollada y a veces sale más leche de la que ellos quisieran, sobre todo cuando lo que quieren es dormirse. Cristobal se desesperaba, se atragantaba y a veces buchaba el exceso. Mucha paciencia, amamantar acostada y terminar de dormirlo meciéndolo en vez de que se durmiera con la teta fueron las soluciones que encontramos.

Amamantar a Cristobal es amamantar acompañada de dos mentecitas curiosas que todo lo quieren saber. Lejos de amamantar en silencio y tranquilidad, me encuentro casi siempre acompañada de sus hermanos que no se quieren perder de nada.

Amamantar a Cristobal es enseñarle a mis hijos que amamantar es un acto de amor y que es natural, es darles un ejemplo que les dure para cuando ellos les toque formar una familia.

Amamantar a Cristobal es ver a Eugenia amamantar a Teddy o a alguna de sus muñecas.

Amamantar a Cristobal es tener un tiempo para desconectarme, porque muchas veces lo intento amamantar mientras reviso mi celular, pretendiendo adelantar trabajo y entonces él se distrae o se inquieta y me toca dejarlo a un lado para concentrarme en él, hacerle cariños y corresponder los que él me hace. Y en ese momento entiendo su primitiva sabiduría de preferirme solo para él sin tener que compartirme con el teléfono.

Amamantar a Cristobal es seguir haciendo intentos de sacarme leche para que alguien le pueda dar un tetero si es necesario (su papá, una babysitter), pero darme cuenta de nuevo que amamantar y construir un banco de leche no es fácil.

Amamantar a Cristobal es perderme en sus ojos y rendirme a las dulces caricias de sus manitos que tratan incesatemente de tocarme, que se agarran de mi cadena, que no sueltan mi camisa.

Amamantar a Cristobal es mecernos hasta quedarnos dormidos, cantar canciones que acompañen el momento y disfrutar pequeñas siestas forzadas que siempre me caen muy bien.

Amamantar a Cristobal es buscar camisas y vestidos de botones o con cuellos en V pronunciados para amamantarlo donde sea sin perder el gusto por vestirme y arreglarme.

Amamantar a Cristobal es reafirmarme que la sanidad de mi maternidad viene acompañada de un bebé durmiendo a mi lado y sirviéndose a sus anchas, que puede que no descanse igual, pero duermo y tenerlo pegadito a mi siempre es una delicia.

Amamantar a Cristobal es vivir la lactancia sabiendo que se acaba, con la prueba viviente de mis otros hijos que eliminan los miedos y me refuerzan lo rápido que todo pasa, y así yo puedo entonces sentirla y disfrutarla más, atesorando cada momento para volver a esas memorias cuando ya no tenga un bebé qué amamantar.

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Fotos por la talentosísima Mafe Navarro // @mafenavarro