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Esta semana ha sido muy dura, dificil, larga y cansona. Por muchas razones: los Pirulingos están en la casa, son 3 contra mí y me toca reacostumbrarme a esta rutina sin rutina, a la cocinadera, limpiadera y recogedera. No es que cuando estén en el colegio no haga esas cosas, pero tengo el tiempo en que ellos están fuera de la casa para organizarme. Además Cristobal crece e inevitablemente demanda más y duerme menos y sencillamente la productividad y los mil pendientes cuestan cuando además tengo que ser summer camp de 3 niños.

Como cereza sobre el pastel, el lunes empecé dieta. Lo hice con mucha ilusión y lo he mantenido pero requiere mayor y mejor planificación de las comidas y meriendas y cierto mal humor de principio de régimen que no se puede evitar.

En general lo hemos pasado bien, me he sentado al piso a acompañar a Ashio y Eugenia mientras arman legos, hemos leído cuentos mientras amamanto a Cristobal, hemos visto tele juntos y hemos comido juntos también. Pero también me he reconocido regañando más, con la paciencia agotada a ratos e irritable sin razón. Me ha pasado como esta vez, pero potenciado por un espacio más grande y un niño más. Y al final del día no valgo medio, estoy muy cansada pero no solo físicamente sino emocionalmente de debatirme entre el agobio y la paciencia y a veces no salir airosa.

Hasta que esta mañana de viernes decidí reivindicarme, reconciliarme con la semana que he tenido y compensarle a los Pirulingos por mi falta de paciencia. Y nuestra mejor terapia fue bailar…

Andres Ignacio y Eugenia están enfiebradísimos con Chino&Nacho desde que llegamos de Venezuela. Les recuerda los días que pasamos allá, cantaron las canciones con sus primos y las bailaron en el matrimonio de su tía y así se hizo una conexión especial. Yo les había puesto muchas veces las canciones en la casa y en el carro pero solo ahora tienen ese significado especial de transportarlos a un momento y a través de esa música querer revivirlo.

Así que pusimos sus canciones favoritas a todo volumen, Andres Ignacio fue corriendo a sacar su cuatro (que también está loco por aprender a tocar) y así cantamos y bailamos escuchándolas una y otra vez y créanme que funcionó. Hasta Cristobal nos acompañó en el baile y yo lo pude grabar y editar rápidamente en mi celular…

Para que no se me olvide que hay semanas duras pero igual hay que enfocarse en lo bueno. Que todo es cuestión de costumbre y ya los últimos días no han sido tan difíciles porque vamos entendiendo la nueva rutina. Que cantar o salir o jugar son una terapia perfecta para sacudirse el cansancio y el mal humor…

Y que cuando todo lo demás falle, siempre es buena idea ponerse a bailar!!!