viajes a la emergencia | criandoando.com

El jueves pasado Eugenia se acostó a dormí con mucho dolor de barriga: se quejaba, se retorcía. Tiene cólicos, pensé y me quedé a dormir a su lado haciéndole masaje abdominal y también muchos cariñitos. Pasamos una noche muy mala, se despertaba a cada rato con dolor y no encontraba una posición que le quitara la molestia. Yo le canté, la sobé, la besé e hice todo lo posible para que se sintiera mejor. Finalmente en la madrugada el dolor cedió y mi Tinga Tinga se quedó dormida…

Pero una hora más tarde se despertó pidiendo agua y al comenzar a tomar sintió algo raro y comenzó a tocarse la boca y en la oscuridad, segura por lo que le decía el tacto me dijo: mami mi boca no esta correcta.

La cargué hasta el baño y la senté viéndome a mi, menos mal porque de haberse visto en el espejo se hubiese impresionado: tenía toda la parte izquierda del labio y el cachete inflamadísimos y un poco rojos.

Era tanta la hinchazón y tan poco parecida a ella su expresión que decidimos llevarla a la emergencia, para descartar que la evidente reacción alérgica no fuese a trancarle su garganta… con las alergias nunca se sabe y todo puede pasar muy rápido.

Eugenia estaba de buen ánimo pero tenía esa mirada de no saberse bien, esa obediencia extrema que les entra cuando se asustan y saben que mejor hacen todo lo que dice mami y se apuran como nunca lo hacen en el día a día. Sin pausa pero sin prisa nos fuimos al hospital, apenas amanecía y en la oscuridad de la madrugada Eugenia me preguntó porqué no esperábamos a que fuera de día. Porque si vamos de una vez te curas más rápido, le contesté y se quedó tranquila, no sin antes apretarme durísimo mi mano. Esa seguridad que le brindamos a nuestros hijos es una de las cosas que más me gusta de ser mamá, me hace sentir importante, útil y me derrite saber que significo tanto en sus vidas.

En la emergencia nos atendieron rápido, nos confirmaron que no había inflamación interna y le dieron medicina para bajar la hinchazón. Todo con muchas pausas: venía el doctor, esperábamos, venía la enfermera, seguíamos esperando, traían la medicina, esperábamos, ya viene de nuevo el doctor, esperar un poco más, habrá que darle otra medicina, esperar un poco, tenemos que tomarle una muestra de sangre, esperar.

Esperamos y contamos cuentos, esperamos y cantamos, esperamos y Eugenia logró dormir un rato, esperamos y no me soltaba la mano, esperamos y yo no dejaba de hacer una oración silente por mi chiquitica, una que pedía que se mejorara pronto y al mismo tiempo agradecía estar en esa situación por algo menor.

De repente te encuentras en un hospital y en una sala de emergencia pediátrica y tu mente vuela pensando las razones por las que podrías estar ahí y no son, y tu corazón siente un alivio enorme y al mismo tiempo un peso que te solidariza con niños y madres que están en situaciones mucho peores.

Ay algo de ver a nuestros hijos enfermos que a mi me parece súper instintivo, un sentimiento primitivo de presión estomacal por el dolor de verlos sentirse mal con una mezcla de fuerza inimaginable capaz de hacer todo lo posible para que pase rápido. A mí no deja de impresionarme cómo las noches en que duermen mal y las pasamos en vela consolándolos no pesan tanto como otros desvelos. Es esa generosidad que trae la maternidad consigo que nos regala el eterno deseo de preferir su bienestar sobre el nuestro. Y en esos casos si ellos están bien, no nos hace falta más nada.

Y después está la fuerza de ellos, de sus pequeños cuerpos que parecen débiles pero se resisten con fuerza, de sus caritas asustadas que se robustecen y con determinación se toman una medicina que en casa hubiese sido imposible darle sin pelea y se dejan tomar la sangre sin llorar y sin ver pensando que fue una picada de mosquito de la que salieron 3 potecitos de sangre y que luego cuentan a amigos y abuelas con muchísimo orgullo.

Nuestros hijos se fortalecen en las adversidades y en ellas ganan experiencia, sabiduría, aprendizajes y nos enseñan lecciones muy valiosas de fuerza y valentía. Y uno no puede sino sentirse orgulloso de ellos.

Por eso hoy escribo porque los viajes a la emergencia no sean frecuentes y porque cuando los haya seamos fuertes. Escribo por los niños y las madres que atraviesan grandes pruebas y en este texto les envío mis oraciones y deseos de prontas recuperaciones. Ellas y sus hijos son un ejemplo y por ellos va este post!

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Pd: un post sobre algunos miedos y oraciones, y otro sobre visitas al pediatra