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Vivimos lejos de personas tan importantes, comenzando por los abuelos de los Pirulingos. Aunque somos afortunados que nos visiten y nos hagan pasar unos días mágicos de consentimientos que no paran. Los Pirulingos se malacostumbran, pero qué se le va a hacer, ya lo escribí hace tiempo, yo no me opongo porque tengo claro que su trabajo es consentir… es algo que aprendí muy bien de mi abuela que siempre fue la más consentidora!

Entonces vino Lelito a visitarnos, con Calala y Jacqueline. Lelito es mi papá, Jacqueline es su esposa y Calala mi hermanita.

Pasamos una semana de paseos, de cuentos, de comidas ricas. Fue perfecto porque coincidió con nuestro Spring Break y los días fueron aún más largos y especiales.

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Andres fue a buscarlos al aeropuerto y apenas sentimos el carro llegar, los Pirulingos salieron a su encuentro con brazos extendidos listos para dar abrazos apretados y con palabras llenas de esa emoción que se expresa tan bien en sus voces agudas. Y en ese momento a mi papá se le plantó en la cara una sonrisa que no lo abandonó por el resto de la semana… Incluso la debe tener todavía recordando y disfrutando más nietos en Nueva York!

Porque no se lo esperaba… no pudo haber anticipado un recibimiento tan cálido luego de 19 larguísimos meses sin vernos. Era como si nos hubiésemos visto la semana pasada, como si cada domingo nos reuniéramos a almorzar. No hubo período de adaptación sino un aterrizaje directo en los cuentos entrecortados de actividades en el colegio y la emoción de los regalos traídos de Venezuela.

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Y hoy les vengo a contar mi truco para maximizar el tiempo de calidad cuando los días son pocos y los afectos muy grandes. Un truco para evitar que sea al tercer día cuando se acoplen a la visita y enseguida toque despedirse. Lo he practicado muchas veces y funciona muy bien, confieso que sirve incluso cuando no ha habido skype o FaceTime frecuente… porque mi familia es muy grande y esta muy regada y no nos alcanza el tiempo para vernos o hablar a cada rato.

Lo que hago es que refresco la memoria de mis hijos, les regalo de nuevo las experiencias vividas con esas personas aunque sus cabecitas no las recuerden. Algunos días antes comienzo a anticiparles la llegada y les cuento lo que vamos a hacer y siempre les muestro fotos de esas personas, con ellos, disfrutando juntos para que sus corazones despierten esos afectos dormidos. Y mientras vemos las fotos revivimos los momentos y así ellos se van adaptando aún antes de la llegada y como dice mi mamá «la sangre llama» porque después de engrasar las ruedas no hay quien detenga la aceleración de los cariños cuando de personas tan especiales se trata.

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Ya lo he dicho anteriormente, es un rol que creo importante en la maternidad, ese de ser guardianes de las memorias de nuestro hijos.  En momentos como este resulta de mucha utilidad para acortar distancias, calentar amores y preparar recibimientos afectuosos que yo sé que calan hondo en el corazón de quien los recibe… porque a ellos también les recuerda que «la distancia es como el fuego, apaga las llamas pequeñas, pero aviva las grandes…»

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Más de los abuelos de los Pirulingos: Mi mamá (Puli), mi suegra (Abu) y mi suegro (Papota).

Estrategias para mantener vivos los recuerdos: El libro de los nombres y las caras, mi nevera llena de fotos.