Estoy sentada en mi cama y mis hijos a mi lado ven Televisión. Celular en mano me dispongo a revisar Twitter, Facebook, Instagram para enterarme de los últimos acontecimientos en Venezuela. Andres Ignacio, mi hijo mayor de 5 años, se asoma a la pantalla de mi móvil y ve una foto de la bandera que de sobra reconoce y en seguida me dice, “Venezuela! Mami, a mi me encanta Venezuela!”

Mis 2 hijos nacieron en Estados Unidos. Yo salí de mi país embarazada de 6 meses porque una oportunidad de trabajo de mi esposo nos cambió el rumbo, y con mi panza y todas mis hormonas, en el momento en el que menos quería alejarme de mis seres queridos, crecimos como familia lejos de nuestra tierra.

Dentro de pocos meses cumplimos 6 años de vivir lejos de nuestra familia, de nuestra comida, de nuestro idioma, de nuestras playas, de muchos amigos… Es tanto lo que tenemos en Venezuela que siempre nos sentimos cerca… y así hemos querido siempre hacer sentir a los Pirulingos.

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No sólo hemos viajado con ellos tanto como hemos podido, les hablamos constantemente de nuestro país para que también sea suyo, les enseñamos fotos de nuestra vida allá, cantamos las canciones de nuestra infancia y les recordamos eternamente los afectos tan importantes que hacen esa tierra la principal en nuestros corazones.

Comemos arepas, cachapas, tequeños, empanadas, hallacas y esos sabores no son en absoluto extraordinarios para ellos, al contrario, resulta la comida que piden en ocasiones especiales, la que les provoca un día de lluvia o cuando quieren que los consintamos.

Celebramos las fiestas venezolanas o al menos conversamos sobre ellas: cantamos villancicos y aguinaldos en navidad, reutilizamos disfraces de Halloween en carnavales y lo compartimos a distancia con los primos que están en Venezuela, porque nada como experiencias conjuntas para afianzar memorias y relaciones importantes.

En nuestra casa hablamos en español, no sólo porque queremos aprovechar la oportunidad de que crezcan bilingües, realmente eso es un beneficio secundario a que sencillamente el español es el idioma del amor en esta casa… las cosas lindas, las palabras tiernas, las frases amorosas no podrían pronunciarse en otro idioma… Además que no podría soportar que al visitar Venezuela ellos no pudieran comunicarse fluidamente con sus primos, abuelos o tíos.

Tratamos de mantenernos cerca, pendientes, atentos. La tecnología está de nuestro lado y el corazón late en dirección a nuestra tierra…

Estar lejos de Venezuela supone muchos retos emocionales, uno de los más importantes es presentarles ese pedazo de la tierra a nuestros hijos para que lo abracen como propio, para que lo sientan y quieran como si allí hubiesen nacido, para que deseen siempre volver y los recuerdos de los días que allí transcurran sean especiales y guarden un lugar de honor en sus memorias y en sus corazones…

Estar lejos de Venezuela supone muchos retos emocionales, supone criar hijos venezolanos a pesar de vivir a 3.600 kilómetros de distancia.