corte de pelo en casa

Hacía días que pensaba a diario: Andres Ignacio tiene el pelo muy largo, tengo que cortárselo… Si tan solo las palabras de convirtieran en obras por sí solas! Lo decía pero nada hacía al respecto…

Desde hace casi un año le corto yo el pelo a mis hijos… Comenzó en la inocencia de «voy a intentarlo, total, no pierdo nada, si lo trasquilo lo llevo a que se lo arreglen». Pero si lo hacía bien ganaba la experiencia de haberlo hecho, la admiración de mis hijos (a quién engaño, de repente me admirarán el día que les tenga chupetas igual que en la peluquería) y sobre todo la simplicidad de hacerlo yo, de no tener que ir a ningún lugar ni pagar porque les cortaran el pelo.

Me fue bien, sin pena ni gloria lo hice «bien», con un buen lejos e imperfecciones menores de cerca que, apenas comenzó a crecer, se fueron desvaneciendo. Me sentí feliz e incluso orgullosa!

Sin embargo, a pesar que ya son varias veces las que lo he hecho obteniendo el mismo resultado (un corte decente pero no perfecto), siempre le doy largas al asunto debatiéndome si seguir haciéndolo o volver a llevarlos a una peluquería… Y cuando ya la pollina comienza a metérsele en los ojos a Andres Ignacio, sé que es el momento y me decido de nuevo por hacerlo en la comodidad de mi hogar.

Esta vez se unió una gentil nota de la profesora recordándome que ya era hora de cortarle el pelo a Ashio!

Y de repente anoche mientras volvía a experimentar con mi tijera y el pelo de mi pequeño, sentí que el proceso de hacerlo, mis sentimientos y pensamientos, mis errores y aciertos se parecían muchísimo a mi vida de mamá…

Al igual que en la maternidad abordé el primer corte de pelo sin tener idea de lo que estaba haciendo: más allá de comprar unas tijeras especiales y haberme fijado en cómo lo hacían  las peluqueras, no tenía formación para hacerlo pero sí sentía muchas ganas, ilusión y expectativa.

Comencé a cortarle el pelo a Ashio sin un método establecido, siguiendo mi instinto y mi sentido común, recurriendo a mi memoria, con ganas de hacerlo bien y mucho cuidado para no lastimar ni trasquilar a mi pequeñín. Si lo pienso, así afronto la maternidad cada día… no hay un plan de vuelo pero si algo de experiencia adquirida, no hay reglas firmes pero si un motor basado en el amor y las ganas que sacan lo mejor de mí.

Decidí cortarle el pelo a mis hijos porque lo necesitan, porque no lo pueden hacer por sí solos y decidí intentar ser yo quien lo hiciera por ellos pensando que de hacerlo bien, quién mejor que su mamá para hacerlo con esmero, cariño y dedicación. De nuevo vi mi maternidad reflejada en esa responsabilidad que siento porque mis hijos dependen de mi, porque junto con Andres soy yo su principal fuente de amor, cuidados y satisfacción de todas sus necesidades.

Me di cuenta que como en la maternidad podía e iba a equivocarme, pero también tenía la posibilidad de enmendar, emparejar y seguir… y el resultado no tenía porqué reflejar los errores, sino que seguramente a partir de ellos aprendería a hacerlo mejor.

Mientras le cortaba el pelo a Ashio y le hablaba para que no se moviera de la posición que necesitaba o para que cerrara los ojos sin desesperarse me di cuenta que hacer lo que estaba haciendo podía no ser más fácil pero sin duda era más enriquecedor para nuestra relación… y entonces recordé todas las veces que la maternidad se nos presenta así: difícil y compleja pero infinitamente satisfactoria…

Casi al terminar, mientras definía los últimos toques y emparejaba los últimos detalles dándome cuenta que no estaba perfecto, sentí que así como su corte no lo era, tampoco lo son ellos, ni lo soy yo… Pero más allá de la perfección el corte estaba bien, cumplía su propósito, se veía y se sentía a gusto… Y es así como quiero ser de mamá, centrarme en el proceso y no solo en el resultado y entender que las fallas a veces solo las veo yo, pero en el tiempo no se notan y lo que queda es el tiempo invertido, los momentos, los recuerdos, las risas…

Y de repente anoche mientras pensaba todo esto me di cuenta que la maternidad se parece al corte de pelo de mi hijo porque lo veo como un proceso de aprendizaje, y nada me ha hecho aprender más de mi y de los demás como ser mamá. De repente la similitud con otras situaciones en principio tan aisladas hace más fácil ver las cosas en perspectiva y aliviana las cargas, las culpas o los temores… de repente así la colina se puede ver menos empinada.

Cuando terminé, peiné a Ashio y esperé a que su cabello se terminara de secar… y mientras comenzaba a jugar con Eugenia comencé a ver algunos pelos fuera de lugar, que debía ajustar, emparejar, cortar un poquito más. Lo hice, lo detallé una última vez frente al espejo y decidí guardar la tijera porque me di cuenta que si lo veo de muy cerca siempre habrá algo mínimo qué corregir, pero si lo hago fastidiaré a mi hijo, interrumpiré su juego y no podré disfrutar de la satisfacción del deber cumplido… Y de nuevo me di cuenta que si siempre vemos la maternidad con la lupa de buscar los errores, los encontraremos y la sensación de insatisfacción no nos dejará disfrutar el camino, el paisaje y el juego con nuestros hijos.

Así que me senté en el sofá y me sentí feliz y orgullosa, tanto del corte de pelo, como de mi labor como mamá!

Y qué bien se siente!

Pd: otra reflexión y confesión de culpa a raíz de un corte de pelo de Andres Ignacio!