Parece que en estas vacaciones de los Pirulingos el principal dilema de mi vida se resume en la difícil decisión de dejar o no a mis chiquitines dormir la siesta…

La siesta! ese preciado y reparador sueño de media tarde, al que los niños se resisten y con el que los padres soñamos!

En época escolar Andres Ignacio no la toma, y a veces logra recuperar fuerzas con algún “power nap” en el carro cuando regresamos a la casa… Eugenia si duerme un poco pero esta todo controlado dentro de la rutina del colegio… Yo desentendida del asunto no sabía lo que me esperaba para las vacaciones…

Ciertamente es más complicado de lo que parece, tomar la decisión significa sopesar las consecuencias en los dos posibles escenarios:

Si duermen la siesta:

Significa convencerlos u obligarlos… a quedarse un rato quietos en la cama con luces bajas y si estoy de suerte en menos de 10 minutos cesa el llanto y llega el sueño… Mis Pirulingos duermen, y yo tengo al menos una hora libre! A veces se me pasa el tiempo soñando en qué hacer, contemplando posibilidades de libros qué leer, posts qué escribir en este blog, diligencias pendientes para ponerme al día o, las menos afortunadas labores domésticas que siempre son necesarias pero también están siempre de últimas en la lista de prioridades… Si en vez de soñar despierta me pongo manos a la obra logro hacer productivo el día, más allá de los juegos infantiles, paseos o manualidades caseras que son divertidas pero de productivas no tienen nada…

Peeero… si duermen la siesta:

A veces ese sueño divino después del almuerzo se quiere extender y quedar a vivir en sus cuerpecitos y a mi me cuesta Dios y su ayuda despertarlos, y si lo logro, generalmente no nos acompaña el buen humor… Y yo los entiendo porque la modorra no es amiga de siestas interrumpidas!

Pasado el despertar llega la hora de dormir en la noche, la normal, la de todos los niños de Houston, Venezuela y el mundo, entre las 8 y 9 de la noche… pero esa siesta es en efecto reparadora y recargadora de energías a más no poder y son las 11 de la noche y yo todavía sigo peleando con mis chiquitines para que se queden dormidos y así poder irme a costar con Andres y ver algún capítulo super repetido, pero no menos gracioso de Big Bang Theory…

Y qué pasa si me ahorro estas penas y evito que duerman la siesta:

Puede ser que el día trasncurra sin peleas o amenazas, puede ser que incluso utilice el recurso de “los voy a complacer y hoy no hay que hacer siesta” a lo que responderán con sonoros “yupiiii” y besos abundantes en mis cachetes!

Peeeero:

Debo estar muy cuidadosa, porque aunque mis hijos no la vean, la sombra de la siesta estará vigilante rondando la casa y sobre todo la sillita del carro para recuperar la batalla… cuando llegan las 5 de la tarde me tengo que convertir en payaso para que Eugenia no se acurruque en el sofá viendo televisión… Si salimos en el carro debo personalizar a Elsa, Anna y todo el elenco de Frozen mientras les canto canciones para que no cierren los ojos en alguna curva antes de llegar al supermercado… Si no lo hago, si me descuido terminaré siendo víctima de lo peor…

La siesta tardía! Esa que ni te deja tiempo de hacer nada y te garantiza un niño recargado hasta media noche! Esa que hace que se desvanezca hasta la posibilidad de ver el capítulo de Big Bang Theory antes de caer tú, dormida sin remedio al lado de tus Pirulingos y despertarte al día siguiente con un dolor de espalda que se explica a sí mismo cuando te das cuenta el filo de cama que te dejaron tus retoños para dormir…

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Y ahora por favor cuéntenme, sus hijos siguen durmiendo siesta tranquilamente o también sufren de este dilema???

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Publicado el 21 de julio de 2014