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La semana pasada que fue de vacaciones me devolvió algo muy especial: esos 5 minutos luego que mis Pirulingos se despiertan de la siesta y lo único que quieren es acurrucarse conmigo. Normalmente en simultáneo, pero ellos ya me saben compartir!

Son 5 minutos en que tienen los ojos abiertos pero todavía están dormidos.

5 minutos en los que vuelven a mi como por instinto y mis brazos vuelven a ser su lugar seguro.

5 minutos en los que hacen sonidos de niños chiquitos porque ese tránsito del sueño a la vigilia todavía no les permite hablar.

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Desde agosto del año pasado cuando comenzaron a ir los 2 al colegio, la siesta no es conmigo. Andres Ignacio ya ni siquiera la duerme y si se llega a quedar dormido por un momento en el carro, se despierta al llegar a la casa con ganas de jugar, sin esa modorra de la siesta larga…

Eugenia aún duerme siesta, cada día cuando la voy a buscar al colegio la despierto con besitos en su cara y al abrir los ojos y verme se emociona tanto que se le pasa más rápido esa sensación de cansancio…

Y finalmente los fines de semana siempre transcurren entre actividades y salidas así que algunas veces duermen en el carro, otras en el coche y otras ni siquiera lo hacen…

Pero esta semana volvieron a dormir siesta: los dos juntos, larga, rica, en la cama de mami y yo pude de nuevo despertarlos para deleitarme con ese estado que tanto extrañaba de tener mis niños envueltos entre mis brazos y mis piernas… acurrucados remoloneando como cachorritos y abrazándome con sus pequeños brazos.

Y no había apuro, sólo había ganas de disfrutar ese momento, sin forzarlo hasta que volviera la energía al cuerpo para seguir corriendo y jugando…

Y no había llanto porque yo estaba ahí, disponible para los dos, queriendo yo también estirar ese abrazo eternamente…

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^^^ así encuentro a Eugenia cuando la voy a buscar al colegio…