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Abrí la puerta de la casa y estaba todo perfecto, no había cajas en el medio del pasillo, las paredes estaban llenas de cuadros, la mesa estaba perfectamente puesta. Abrí la puerta y se me salieron las lágrimas con una mezcla de nostalgia y emoción que no sabía contener y mucho menos describir.

Apenas 2 semanas antes nos habíamos mudado: mi mamá, mi hermano Pepepe y yo; aunque realmente mis cosas habían ido directamente al apartamento de Las Mercedes donde comenzaríamos a vivir de esposos. El momento no era ideal para una mudanza, precisamente con un matrimonio en puertas, pero fue lo que tocó y así en tiempo récord la casa estuvo lista justo para el gran día.

Había trabajado hasta ese día, era viernes y me escapé temprano de la oficina para ir a hacerme un masaje que me habían regalado. Salí del lugar con una ligereza en el cuerpo que jamás había sentido, supongo que producto del masaje pero también de las emociones tan leves que me llenaban ese momento.

Acababa de llegar Gusy desde Miami (otro de mis hermanos) y me quedé conversando con él, luego terminé de hacer la maleta junto a mi mamá. Estaba llena de emociones, mi cabeza no paraba de pensar en el día que pronto comenzaría y mi corazón latía muy fuerte. No podía quedarme dormida precisamente por soñar despierta.

Amaneció el 11 de marzo de 2006, muy temprano abrí los ojos y aunque no había dormido bien, no tenía ni ojeras ni cansancio; como si el cuerpo entendiera de días especiales. Tenía muchas cosas qué hacer: buscar mi vestido de novia, comprar las flores para mi tocado y estar puntual para recibir a quienes me peinarían y maquillarían antes que llegara el fotógrafo. Hice todo, diligente pero sin apuro, con un estado de ánimo imperturbable, con el deseo y la obligación de saborear cada momento para hacerlo durar, con la certeza de que todo pasaría muy rápido y por eso no podía además estar apurada.

Al entrar a la casa con el vestido que casi no podía cargar sola de lo pesado, vi un ramo de rosas que adornaba el medio del salón, y si es posible decirlo, la dedicatoria que había en la tarjeta era aún más linda que las 5 docenas de rosas que inundaban de majestuosidad la sala de la que hasta ese día sería mi casa.

Mientras yo me arreglaba se fue llenando la casa, mis hermanos fueron llegando para vestirse, Mamama y Papapa se despertaron de su siesta y me acompañaron dejando escapar algún suspiro porque “su chiquita” se casaba. Estuve con mi mamá todo el tiempo, las dos disfrutamos mucho el proceso y había llegado el momento de disfrutar el resultado. Llegó le fotógrafo y comenzó la función: de fotos, poses, miradas, ángulos y se creó cierta intimidad entre los dos. Yo conecté con marco enseguida sobre todo porque estaba segura que mis fotos estaban en las mejores manos.

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Cuando me di cuenta estaba rodeada de mis hermanos todos vestidos y arreglados, guapísimos los 4, habían llegado los pajecitos y la imagen de esos niños lindos acompañándome a entrar en la iglesia me sacaba mil sonrisas… mi mamá estaba preciosa y mi papá llegó junto a Claudia (mi hermanita) para completar la escena…

Siguieron las fotos y con ellas muchas risas, la búsqueda del fondo ideal. Llegó la madrina, la hermana de Andres y mi cuñado, y fue Ivan quien me tomó de la mano para bajar hasta el carro cuando llegó la hora de salir a la iglesia. Luego, viendo la escena en el video y en las fotos, Andres se emocionó como si su hermano lo hubiese hecho en su representación… Yo no podía estar mejor acompañada.

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Recuerdo el trayecto en el carro desde la casa hasta la iglesia como uno muy especial, yo sola con mi papá, rezando para que la alegría que me inundaba se expresara en risas y no en llanto. De alguna manera siempre he justificado las lágrimas de alegría pero ese día prefería la sonrisa como muestra de la felicidad enorme que sentía. Mi papá me agarró la mano y me dijo unas palabras que aún recuerdo a la perfección, una dulce despedida de su niña soltera, de su compinche…

Llegamos a la iglesia, me bajé del carro y cuando me di cuenta comenzó la música para entrar. Había soñado con ese momento tantas veces y finalmente había llegado y si, estuvo acompañado de ojos iluminados y sonrisa incandescente de inmensa felicidad… La iglesia no era muy grande pero estaba llena, todas las caras eran de familia, amigos, seres queridos acompañándonos en un momento tan especial, y al final de ese pasillo estaba mi mejor amigo a punto de convertirse en mi esposo.

La ceremonia fue muy cercana, el Padre José Juan se estrenaba oficiando un matrimonio al igual que nosotros recibiendo el sacramento. Habíamos acordado incluir un rito especial que se celebra en Medjugorje en el que la pareja toma en sus manos un crucifijo y dedica una oración invocando la presencia de Jesus, para que así como en ese momento, este presente en el resto de los días de unión matrimonial. Fue especial, fue sentido y fue único y todavía ese mismo crucifijo preside nuestra casa con un sitial de honor que nos recuerda ese enorme compromiso.

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Hay un momento en el video en el que se ven mis ojos llenos de lágrimas contenidas por una enorme sonrisa y un suspiro mirando al cielo, así precisamente fue nuestro matrimonio: emotivo, alegre, lleno de la Divinidad de Dios y un sentimiento de felicidad y agradecimiento que yo no sabía ni quería contener. Y a pesar de algunas maniobras para levantar el velo que mantuve por error durante toda la ceremonia, nos prometimos amor, comprensión, lealtad, compañía y fidelidad y yo continuo rezando porque sean muchos años más de mantener esa promesa.

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Se acabó la ceremonia y ahora recorría el mismo trayecto viendo caras conocidas y muy queridas tomada del brazo por Andres. Había pasado una hora desde que entré con mi papá pero simbólicamente la vida había cambiado y esos eran los primeros pasos de ese nuevo comienzo…

Al salir de la iglesia comenzaron a sonar explosiones de fuegos artificiales. Otro regalo del que estábamos enterados pero que por alguna razón nos tomó por sorpresa.

Nos montamos en el carro y camino a la recepción, además de los saludos de amigos y familia que pasaban por al lado, nos saludaron y felicitaron muchos desconocidos que reconocían que estábamos recién casados. Recuerdo que nos reímos comentando momentos de la ceremonia, agradecidos de que hubiese sido tan íntima y tan especial… Estábamos listos para celebrar en grande, las razones sobraban y el espíritu era de fiesta!

Llegamos al salón de la recepción, un lugar semi abierto, muy acogedor con columnas de ladrillo. La decoración estaba llena de luces que parecían flotar, y muchas flores que las acompañaban. Todo estaba perfecto, como lo había planeado, como lo había deseado y como lo había soñado. Pasamos un largo rato saludando familia y amigos, recibiendo felicitaciones y bendiciones de seres muy queridos, a eso le siguieron las fotos: poses, grupos, risas, más fotos… Y cuando ya fueron suficientes, un vals, un gran brindis y comenzó la fiesta.

Yo la recuerdo perfecta: la comida rica, recuerdo pasar por las mesas tratando de compartir al máximo con nuestros invitados, recuerdo tomar mucha champaña y brindar con muchas copas que iba dejando olvidadas en diferentes sitios, recuerdo bailar y seguir bailando: con Andres, con mis hermanos, con mi papá, mi mamá, mis cuñados, mis primos, Papapa, mis amigos… en rueda, en grupo, saltando, haciendo coreografías… recuerdo cantar a todo gañote mis canciones favoritas… Pienso en ese día y recuerdo que viví al máximo la celebración, de la mano de Andres entre innumerables pausas para darnos besos espontáneos.

Esa noche al acostarme a dormir, a pesar del enorme cansancio y del insomnio de la noche anterior, tampoco me quedé dormida fácilmente… mi corazón seguía latiendo acelerado y mi cabeza tenía mucho qué repasar pero sobre todo mucho qué agradecer!

Siempre sentí que después de mucho soñar y planificar ese día, había pasado muy rápido; pero ahora que lo relato recordando cada momento me doy cuenta lo intenso que fue y todo lo que aconteció en esas 24 horas.

Cada año en nuestro aniversario me siento con calma a ver el álbum de fotos y el video de aquél 11 de marzo. De ahora en adelante gracias a este relato y a este blog tendré además esta historia para revivirla y no olvidar los detalles, esos que encierran la magia de un día tan especial.

Hace 8 años viví un día mágico que me unió a mi mejor amigo. Desde ese día somos familia y ahora, 8 años después, tenemos una familia linda qué cuidar, con quienes compartir y seguir cosechando los sueños que desde hace 8 años compartimos!

Feliz Aniversario para ti y para mi!

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Todas las fotos por Marco Mancera