Hace 2 semanas, mientras estábamos de vacaciones, nuestros días se mezclaban unos con otros sin rutina ni obligaciones.
 Los pirulingos disfrutaron inmensamente, estuvieron en contacto con la naturaleza, contemplaron el mar y durmieron ricas siestas arrullados por el sonido de las olas. En general las risas, los juegos y el buen humor reinaron esos días.

Hasta que amaneció el jueves y de repente había algo distinto en el ambiente: el llanto incontenible de Eugenia! La Tinga Tinga lloró por todo y por nada. De alguna manera su buen humor se había desvanecido y se frustraba fácilmente estallando en llanto aparentemente sin razón. Varias veces le comenté a Andres que algo le pasaba, pero que no entendía qué, estaba “atravesada” y no pasaba desapercibido.

Al final de la tarde, cuando subimos a la habitación a bañarnos y vestirnos para salir a cenar, Eugenia corrió a buscar un vaso con uvas que había dejado en la mañana y se lo comió a una velocidad que puso mucho en evidencia!

Mi Tinga Tinga lo que estaba era muerta del hambre!

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Enseguida me di cuenta que aunque había comido algunos snacks, no habíamos almorzado como corresponde. El momento fue revelador, porque a pesar de la culpa que sentía por no haberme ocupado de que mi chiquitica comiera bien, finalmente entendía que SI había una razón para tanta pataleta y tanto llanto! Darme cuenta de mi error me hizo sentir muy mal pero al mismo tiempo me alivió enormemente, me reconcilió con Eugenia y sobre todo me entregó el poder sobre la situación! Significaba que yo podía hacer algo para revertir lo que sucedía!

Ese poder de interpretar lo desconocido, de entender lo que las pequeñas voluntades de nuestros hijos quieren, es uno particularmente valioso en la maternidad!

3 días después, aún en nuestras vacaciones, llegamos a New Orleans. Comenzamos el viaje muy tempranito y los Pirulingos venían durmiendo en el carro, al llegar a la ciudad nos fuimos a registrar en el hotel para dejar las maletas. Estábamos en el lobby esperando, los Pirulingos corriendo explorando el lugar, le pedí a Eugenia que no se acercara a la puerta, que se mantuviera cerca de mi y lo que sucedió a continuación fue una explosión que no me esperaba y que no supe nunca su razón de ser… hubo llanto, pataleta, gritos, más llanto, más pataleta y la completa negación de mi Tinga Tinga a cualquier argumento, posibilidad, explicación o alternativa.

Después de muchos intentos de calmarla, de tratar que dejara de llorar, estando en la acera de la calle fuera del hotel para no molestar a los demás huéspedes, cargué a Eugenia a pesar de su evidente resistencia a cualquier contacto, la apreté contra mi y comencé a sobarle la espalda…

Poco a poco fue cediendo, dejó de resistirse y se apoyó en mi hombro aún sollozando… De repente se fue el malestar, pidió disculpas y siguió el día con buen humor y muchas sonrisas…

Esa tarde pensé mucho en el episodio de ese día comparándolo con el de días anteriores… A veces entendemos a nuestros chiquitines, a veces no. Cuando tenemos claves para saber qué hacer todo resulta más llevadero bajo la luz del entendimiento de sus pequeñas cabecitas. Pero algunas veces no encontramos la razón, ellos no la saben explicar y lo único que queda es hablarles al oído, abrazarlos fuerte, sobarles la espalda y pasar la página.

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^^^ esta foto no fue intencional. Comencé tomando fotos de Eugenia jugando con la arena y de repente llegó el llanto que quedó igualmente capturado!