El mes pasado fuimos a Victorian Gardens en Central Park. Anunciado en todos los vagones de Metro como un Parque de Diversiones, resultó ser una divertida Feria de Pueblo!

Cuando yo era pequeña y sacaba buenas notas en la boleta, mi papá nos ofrecía como recompensa a mis hermanos y a mi, viajes a Bimbolandia, el equivalente caraqueño del Victorian Gardens de Central Park. El premio era un viaje por cada nota sobresaliente… para cada hijo… éramos 5 hermanos así que ustedes saquen la cuenta de la cantidad de viajes que nos correspondían… o que creíamos nos correspondían porque ahora que lo pienso probablemente esa fue nuestra interpretación, entendimos que era un viaje por nota por hijo… y recuerdo que vivíamos sacándole en cara a mi agotado padre los cientos de viajes pendientes que teníamos hasta que llegaba la siguiente época de boletas y no hacían mas que acumularse…

Pero es que ir a Bimbolandia era lo máximo. Desde las atracciones hasta la comida y los premios eran siempre memorables.

Y resultó que Victorian Gardens también fue lo máximo para estos Pirulingos que pasaron la tarde comiendo cotufas y algodón de azúcar y montándose en unas atracciones exactas a aquellas que Andres y yo disfrutábamos de pequeños en Bimbolandia. Andres incluso tuvo un cumpleaños en Bimbolandia al que probablemente yo fui invitada!

En un momento Andres se fue al baño y cuando regresó estaba Andres Ignacio montado en las sillas voladoras junto a su amiga Daniela, solos, sin padres…. y tanto Chucho y Vanessa como Andres pensaron que yo estaba loca de dejarlo solo allí y que cuando las sillas arrancaran a volar también arrancaría el llanto de Andres Ignacio, que ciertamente era el niño más chiquito…

Yo no lo había visto tan grave, porque cuando él vio que se iba a montar Daniela me pidió que queria “con Dani”… Pero ya estaba sentado, amarrado y emocionado así que lo dejamos ahí y esperamos a ver qué pasaba…

Y Andres Ignacio amó las sillas… y volar en ellas… y vernos desde arriba!

Después se quiso montar con Andres… porque, claro! es más divertido con Papi, pero el gusanito del aire y de las hormiguitas en el estómago parece que lo picó y le gustó…

Yo recuerdo perfectamente el terror de la primera vez que me monté en el gusanito, que era la montaña rusa de Bimbolandia… pero también recuerdo las ganas de volver a montarme pese a ese terror para sentir de nuevo esas cosquillas en el estómago… Allí nació mi amor por las montañas rusas!

Y hablando de montañas rusas, el mes pasado también fuimos a Six Flags que no parecía para nada Feria de Pueblo y que ya ni recuerdo en cuántas atracciones nos montamos de tantas que había, para nosotros y para los Pirulingos que disfrutaron viendo un show de Looney Tunes sin tener idea quiénes eran Bugs Bunny, el Pato Lucas o Piolín pero que dio pie para contarles algunas historias de esos personajes que nos entretenian cuando Andres y yo éramos tamaño Pirulingos.

Y todo esto para decir que no hay nada mejor que disfrutar con los hijos lo que uno disfrutó cuando niño, y verse reflejado en sus caras de emoción y sus sonridas y revivir esos momentos que traen buenas memorias y construyen unas aún mejores en la compañía de los chiquitines.