Eugenia llegó a nuestras vidas hace un año, el 5 de mayo de 2011… una fresca tarde de Primavera perfecta para sellar el día del nacimiento de la niña más linda que yo he visto, objetivamente, sin ningún tipo de subjetividad producto del amor inmensísimo que siento por ella!!!

En los chequeos médicos con la obstetra no quedaba muy clara la fecha probable de parto, al definirla por su desarrollo en los ultrasonidos parecía ser entre el 9 y el 12 de mayo. Sin embargo, cuando fui a Venezuela en diciembre, embarazada de casi 6 meses, decidí ir a consulta con mi obstetra y ella me dio como fecha el 5 de mayo!

Mi preocupación principal relacionada al parto de Eugenia era Andres Ignacio… sobre todo qué hacer con él si se me presentaba el trabajo de parto en horario de oficina… Incluso si la opción terminaba siendo que se quedara con Andres, significaría estar yo sola en la sala de parto y eso tampoco me parecía ideal… Mi mamá vendría por mes y medio y no sabía para cuándo poner su pasaje. Por un lado quería que el tiempo que estuviese fuese tiempo efectivo de Eugenia en modalidad “fuera de mi barriga”, pero por otro lado intentaba asegurar que estuviese para el parto y dejarle a Andres Ignacio para ir tranquilamente al Hospital Andres y yo!

Gracias a Coralia (mi obstetra en Venezuela) decidimos tomar esa fecha como la más probable, y tomar como cierto su comentario que Eugenia no se adelantaría porque su hermano no lo había hecho…

Mi mamá llegó el 2 de mayo, Eugenia todavía en mi barriga, yo infinitamente cansada pero sintiéndome de maravilla y terminando de preparar los últimos detalles para su llegada.

En esos días anteriores al nacimiento de Eugenia esta casa se llenó de rosado, de cintas y flores pegadas a almohaditas y faldones, un edredón de pájaros, cobijas tejidas y un hermano mayor que al ver todo ese revuelo decidió ponerse celoso a su manera: ignorando a su mamá!

Andres Ignacio sabía cómo se llamaba su hermanita, respondía “Uvenia” cada vez que le preguntaban, daba besos a la panza cada vez que lo pedíamos y decía claramente que sería un hermano mayor, pero yo siempre me preguntaba “hasta qué punto entenderá esto TAN abstracto que esta por suceder?”… Entonces, cuando la presencia del rosado mostró inminente la llegada de una bebé, Andres Ignacio decidió hacerme la ley del hielo. No quería NADA conmigo, todo con su Papito…

Durante el día, que estaba solo conmigo y dependía totalmente de mi, su instinto de supervivencia hacía que el desprecio se minimizara a muy bajas dosis de cariño, poca habla y mucha malcriadez. Cuando llegaba su papá de la oficina volvía a ser el niño hablador y eternamente encantador que es, pero obviando notoriamente mi presencia!

Yo, hormonal como estaba con todas y cada una de mis 40 semanas de embarazo lloraba por los rincones como niña de colegio que sus amigas no la quieren más, y exagerada y fatalista pensaba que Andres Ignacio nunca más me querría como antes.

Entonces…

Erase una vez el 5 de mayo de 2011.

La noche del 4 me fui a acostar como todas las anteriores, con mucho dolor de cadera y algo de hinchazón en los pies los últimos días.

A la 1:00am me despertó una contracción: qué maravilla que esta vez ya sentía cosas que tenían nombre y apellido luego de haberlas experimentado con Andres Ignacio. Ya sabía que eran contracciones, cuáles eran suaves y cuáles fuertes, cómo contarlas, qué hacer con ellas, cómo respirar mejor… y el solo hecho de tener más certeza del proceso lo hace inmediatamente menos estresante y más llevadero.

Me senté en mi cama y me quedé tranquila esperando a ver si alguna nueva contracción le seguía… otra llegó a los 8 minutos más o menos y así siguieron llegando nuevas compañeras que duraban casi un minuto pero que no eran muy intensas…

Por lo leves que aun eran y lo distanciadas entre ellas, podría haber intentado volverme a dormir, pero la amenaza que el segundo parto puede ser muy rápido estaba presente y yo necesitaba que me pusieran penicilina al menos 4 horas antes de que Eugenia saliera a la luz… entonces seguí monitoreando la frecuencia de los dolores hasta las 3:00am que me metí a bañar… y al salir preparamos todo para ir al Hospital.

Mi mamá se despertó y con ella su roomate Andres Ignacio. Vestidos y con la maleta en mano a las 4:00am nos despedimos de nuestro chiquitín con muchos besos y muchos abrazos y nos fuimos al Hospital.

Andres Ignacio y Puli se quedaron viendo Elmo.

A esa hora de la madrugada, el trayecto al Hospital no duró mucho, pero si lo suficiente para permitirme ver por la ventana, respirar hondo y repasar en mi cabeza tantas imágenes de nuestra vida como familia de 3, pensando que al volver a la casa esta vez seríamos 4 y todos los sentimientos que esa idea despertaba se avivaron en ese instante de profunda reflexión.

Ya en el Hospital me atendieron en triaje, las contracciones sucedían cada 4 min. Me hicieron el primer tacto a las 4:40 am y tenia casi 4cm de dilatación, decidieron ingresarme e instalarnos en una de las salas de parto. Eso sucedió a las 6:00am, era una mañana agitada en maternidad y había poca disponibilidad de cuartos.

Una de las cosas más dificiles del parto fue tomarme la vía. Lo intentaron 3 enfermeras en 3 lugares distintos de mis brazos/manos, y nada. Tuvo que venir la anestesióloga experta para poder hacerlo y de una vez me ofreció colocarme Epidural. Yo acepté, aunque me parecía que los dolores eran mucho menos fuertes que a la misma altura de dilatación con Andres Ignacio… Sin embargo, de nuevo el fantasma de los segundos partos veloces acechaba mi cabeza y prefería tener la anestesia si llegaba el momento, que pedirla y que ya no hubiese tiempo…

A las 8:00am estaba yo anestesiada, aun sintiendo la presión de las contracciones pero sin dolor, y con tiempo y ánimo de tomar una siesta mientras Eugenia se abría camino dentro de mi!

Andres durmió también al lado mio en un cómodo sillón, -no como las imposiblemente incómodas sillas que hay para los acompañantes luego en el cuarto de hospitalización-.

Al despertarme un nuevo tacto y la decisión de romperme fuente… al parecer mi cuerpo se rehusa a eso de romperlas espontáneamente y siempre toca ayudarlo un poquito… A partir de ahí, esperar y tratar de seguir descansando para todo lo que venía luego que no permitiría precisamente descansar…

A las 12:00m llegó mi obstetra (antes me habían atendido los médicos/residentes de turno) a hacerme un nuevo tacto y como la dilatación estaba lenta me mandó a poner Pitosin, pero enseguida bajó el ritmo cardíaco de Eugenia, me quitaron el Pitosin y le pusieron a la chiquitica un monitor interno de las pulsaciones y una máscara de oxígeno para mi… lo mismo sucedió en el parto de Andres Ignacio así que de nuevo había más certeza y una expectativa más clara que disminuía un poco los miedos que abundan en esos momentos…

De alguna manera todo lo acontecido daba señales de incomodidad fetal y nos asomaron la posibilidad de una cesárea si volvía a haber alteración del ritmo cardíaco… La posibilidad de cesárea me dio miedo y un dolor en el corazón que enseguida fue superado por la certeza de estar en buenas manos y que se hiciera lo necesario para que Eugenia estuviera bien… lo gracioso es que entre las razones de la incomodida de Eugenia estaba que creían que era muy grande, más que su hermano y el poco espacio en mi panza hacía que se le dificultara descender… gracias a Dios no fue así!

Yo enseguida comencé a hacer una oración en silencio que estoy segura fue escuchada porque al próximo tacto ya estaba lista y comenzaron los preparativos para la siguiente fase: la de pujar!

Comencé a pujar a las 2:50pm y a las 3:07pm nació mi Tinga Tinga de 3,165kg y 50cm.

Tanto sentir que la experiencia era conocida para que al tener a mi hijita en los brazos se desmoronara todo lo conocido y me encontrara de nuevo en la sorpresa y la emoción de la primera vez: la primera vez de tenerla a ella en mis brazos, de sentirla, de verla y acariciarla y que su pequeña presencia significara el universo entero en sus 3 kilos de existencia.

La emoción de ese momento me llenó de lágrimas los ojos mientras mi corazón explotaba dando cabida a otro amor infinito con una cabecita llena de pelo, una boquita roja como si le hubiesen pintado los labios y unos ojitos abiertos capaces de iluminar el mundo entero!

Una hora después de haber nacido, Eugenia estaba pegada a mi tetica comiendo con una fuerza inversamente proporcional a su tamaño… de nuevo volvía la seguridad que otorga la experiencia y fue muy fácil amamantarla desde la primera vez…

Una hora más y estábamos los 3 en el cuarto que nos asignaron, el mismo en el que habíamos estado 18 meses antes cuando nació Andres Ignacio… un espacio muy pequeño con vista al East River de Manhattan donde comenzamos a ser padres, a ser padres de un niño y a ser padres de una niña…

Es un cuarto que tiene un lugar muy especial en mi corazón!

Al día siguiente Andres Ignacio conoció a su hermanita… nunca sabré cómo su cabecita procesó la presencia de Eugenia, pero fue amor a primera vista… más allá de la extrañeza de los primeros momentos, las palabras tiernas y gestos de dulzura siguen reinando en la relación de estos Pirulingos…

Probablemente Andres Ignacio ni siquiera recuerda la vida sin Eugenia…

Nosotros preferimos no hacerlo porque todo es mejor y más lindo desde que ella llegó!