Andres Ignacio es un niño feliz!  Alegre, inquieto, tremendo, sonriente…. La mayoria del tiempo. Pero Andres Ignacio se transforma cuando toca cortarle el pelo! Y ustedes han visto su abundante totuma, así que la transformación sucede frecuentemente.

Toda su actitud ante el corte de pelo indica claramente que le horroriza la situación: apenas entramos en la peluqueria empieza a decir “mami no quiere, no quiere”, llora, nada lo contenta, grita, no deja de decir “mami no!” y no para de mover la cabeza porque ya entendió que así evita el acercamiento de la tijera.

Pero eso no fue así siempre. La primera vez que llevé a Andres Ignacio a cortarle el pelo tenía casi 5 meses, estábamos de vacaciones en Venezuela y derrochó dulzura y simpatía sentado en una sillita de caballo, no sé si de dio mucha cuenta que le estaban cortando el pelo pero no puso ni la más mínima resistencia. Luego, cada 2 ó 3 meses lo llevaba a cortarse el pelo, cada vez estaba más consciente de lo que pasaba pero siempre estuvo tranquilo…

Hasta que un día POR MI CULPA todo cambió.

De nuevo de vacaciones en Venezuela, fui con Juan Pablo (mi hermano) y Santiago (mi sobrino) a cortarle el pelo a Andres Ignacio. Fuimos a la misma peluquería infantil de aquella primera vez pero estaba cerrada, eran los primeros días de enero y estaban de vacaciones… Para aprovechar el impulso nos fuimos a otra peluquería infantil a ver si corríamos con más suerte y así fue, estaba abierta.

Yo estaba en el carro con Juan Pablo, y él debía llegar a su casa a una hora que, por los tumbos que habíamos dado, estaba ahora más cerca. Cuando estacionamos el carro me di cuenta que Andres Ignacio se acababa de quedar dormido. Con todo el cuidado del mundo lo pasamos de la silla del carro al coche y aguantó el traspaso = no se despertó. Llegamos a nuestro destino y para darle más tiempo de siesta a AI, comenzaron a cortarle el pelo a Santiago… Pero un corte de pelo de un niño no dura demasiado y a Santiago le cortan apenas las puntas de una melena también abundante y que siempre mantiene un estilo súper moderno.

Allí comenzó una cadena de MALAS decisiones.

Teniendo en cuenta que teníamos una hora tope, no podíamos esperar a que Andres Ignacio se despertara voluntariamente, apenas habria dormido media hora y normalmente a esa edad hacía una siesta de al menos 2 horas. Entonces decidí despertarlo para poder cortarle el pelo (1er error).

Quienes tengan niños o traten de cerca niños pequeños, sabrán lo importante que es el sueño reparador del enorme gasto energético de los chiquitines… Yo no permití que el sueño de Andres Ignacio fuera en ninguna medida reparador y se despertó con el llamado “mal humor”. Decidí darle un chance de entender la situación y contentarse, pero de nuevo, estábamos apurados así que, siacaso, le di 5 minutos (2do error).

Como no veía que se contentara demasiado (lloriqueaba, se quejaba, etc) decidí no alargar más la situacion y, a pesar de sus quejas, hacer que le cortaran el pelo (3er error).

Entenderán que mi niño en estado de sueño y mal humor no se asemejó en nada al que se quedaba tranquilo al ver acercarse la tijera, esta vez la tijera era el enemigo y la trataba como tal: lloró, movió la cabeza, no se quedaba quieto, no quería…

En ese momento yo debí abortar la misión, entender que a veces las circunstancias nos sobrepasan y dejarlo para otro día, total, qué mal le podía hacer una totuma larga a un niño de poco más de un año… Pero la planificación de mi semana de vacaciones estaba ya cerrada y no había chance de acomodar esta diligencia en otro momento… Así que decidí llevar el corte de pelo hasta las últimas consecuencias (4to y peor error).

El resultado fue un corte de pelo forzado: yo agarrándole la cabeza para que no la moviera y le pudieran, mal que bien, cortar lo mínimo indispensable. El peluquero se portó muy paciente y logró un resultado decente a pesar del llanto de Andres Ignacio que no pasaba desapercibido. Pero la real consecuencia es que de ahí en adelante “odia” el corte de pelo, no importa qué tantas veces le ponga el video de Elmo contando de su amigo que se corta el pelo, o que vaya con Andres y vea primero cómo le cortan el pelo a su papá, o que yo intente cortárselo en la casa ofreciéndole chocolates de recompensa… nada funciona…

La última vez fue con Andres y sin forzarlo y con mil distracciones le lograron hacer un “medio corte”, (se dejó la pollina pero las patillas y la nuca no corrieron con tanta suerte), con la idea de que vuelva a ver si se lo completan, siempre sin forzarlo para que se vaya acostumbrando, des-aterrorizando!

La semana que viene cumple dos años, asi que si lo ven “medio trasquilado” en las fotos, ya saben que es parte del proceso de “sanación”.

Por eso hoy escribo por esas decisiones que tomamos, sin darnos cuenta de las consecuencias que pueden traer, pero también por aceptarlas y aprender de ellas entendiendo que es parte de esta aventura y no lo podremos evitar!

-De una carita sonriente a un llanto desconsolado!-

Publicado el 14 de octubre de 2011